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Actualizado: 9 de junio de 2025
Comenzaron a escribirse por medio de la portera, se hacían señas desde el balcón y la calle respectivamente, citábanse para las casas conocidas, y burlando la vigilancia de la terrible brigadiera, se daban besos apasionados en los corredores. ¡Cuántas veces en sus cartas se hizo mención de aquel día infausto en que Miguel dejó caer a su hermanita sobre el borde de la cuna! ¡Cuántas hablaban de la particular afición que Julita tenía a despeinarle!
La hermana portera sabía darse tono, como sus colegas del Congreso de los Diputados. Cumplí fielmente el encargo, dando sobre la puerta un par de aldabonazos capaces de despertar a los siete durmientes. Al instante me la abrió una mujeruca pálida, vivaracha, que llevaba, a pesar de sus cincuenta años lo menos, un clavel en los cabellos grises.
Cada una decía su oración alternativamente, y en todas ellas se repetían muchas veces corazón traspasado, dolores agudísimos, preciosísimas llagas, y otros superlativos que sonaban de un modo triste y temeroso en el silencio de la capilla. La hermana portera salió otra vez, y otra vez volvió a empuñar el cordel para tocar la campana.
La señorita Jessy Loudon se ha metido en la avenida Frochot; busca un pabellón, que le ha indicado la portera; llega ante uno de hermoso aspecto cuya puerta de entrada adórnase con una placa de cobre que tiene estas palabras: ANTHIME TALMA, CURSO DE DICCIÓN. Llama; una criadita de repertorio abre la puerta e introduce a la visitante en un amplio estudio adornado con grabados antiguos.
Me lo ha dicho la portera y lo sabe toda la calle. Antonio es quien sostiene los gastos de la casa; pero cuando él no está entran como visitas los corredores jóvenes, toda la pollería de la Bolsa, que se burla de mi marido. ¡Ay, Señor, qué vergüenza! ¡Y ese hombre tan satisfecho y tan tranquilo, sin acordarse de que tiene mujer y un hijo y que su nombre es muy respetado en la plaza...!
Antes de llegar a la puerta el fisiólogo dejó al niño en la acera solo, después de cerciorarse de que no había nadie observándolos, y adelantándose con premura ordenó a la portera que fuese a comprarle cigarros mientras él se quedaba al cuidado. Salió la mujer al estanquillo, que estaba a la derecha de la casa.
LIONEL. ¡No mucho...! ¡Unicamente los ojos...! LINE. ¡Los ojos no tienen importancia...! ¡Con tal de que encuentre un taxi...! ¡Oh, San Antonio de Padua...! ¡Tú, que lo encuentras todo, encuéntrame también un taxi...! LIONEL. ¡Se lo diré a la portera...! LINE. ¡No..., no...! ¡No hay tiempo...! ¡Hasta el lunes, querido mío...! Estudiaremos la «codorniz sobre el canapé».
Con aquella tela se forraría la pared, formando la bandera española, y en el centro se pondría una lámina del Cristo del Gran Poder, propiedad de la portera. «No me parece mal dijo Guillermina, sacando del estuche sus anteojos y calándoselos . A ver, Juan Antonio, si se luce usted. ¿Y flores, no tenemos?».
A las tres y media de la tarde siguiente llegaba don Quintín a la casa de la calle de Belén. Dentro de un rato advirtió a la portera , vendrá una señora; no necesita usted preguntarle a qué cuarto sube. Corriente repuso ella, pensando para su capote : «ya pareció el peine.»
Y aquel discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al atrio del sumo sacerdote; 16 mas Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro. 17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy.
Palabra del Dia
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