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Actualizado: 27 de junio de 2025
Yo dije que por galantería y por dar lugar a la vista. -Antes por estorbarla -dijo-; sepa que es porque no tiene toquilla, y que así no lo echan de ver. Y, diciendo esto, sacó más de veinte cartas y otros tantos reales, diciendo que no había podido dar aquellas. Traía cada una un real de porte, y eran hechas por él mismo.
Los preliminares para la boda de Sofía se han realizado; M. de Morangies, nuestro vecino y pariente a la vez por parte de su esposa, es quien nos ha presentado la demanda y el joven pretendiente. No me ha desagradado su aspecto modesto y reflexivo, y su porte exquisito, delicado y admirable de todo punto.
Á pesar del horror que mi madre ha sabido inspirarme á la complacencia de los sentidos, la imagen material de D. Carlos, su porte, la gallardía de su cuerpo, la elegancia y pulcritud de su vestido, el fuego de sus ojos y la viva animación de su semblante y la frescura de su boca me atormentan y me hieren, y me distraen de mis piadosas meditaciones.
Parece que la ensenada de Casilaran despide a regular distancia arrecifes de piedra y arena, y que el puerto que se forma á su parte S. E. es abrigado y capaz para buques de algún porte. Todo este trozo de costa es limpio y de mucha profundidad hasta muy cerca de tierra. Cabo San Agustín.
EL TUFO PORTE
Era sin duda uno de los hombres más hermosos que Ferpierre había visto en su vida: alto, robusto, ágil, las mejillas encuadradas en una barba rubia y sedosa, los cabellos castaños algo enrarecidos junto a la frente, con lo que ésta parecía más ancha; el cutis blanco, algo pálido y como macerado, cual sucede en los descendientes de las razas más selectas; los ojos azules, la mirada profunda bajo el puro arco de las cejas; la nariz aguileña, el ademán nervioso, los vestidos elegantes, todo el porte verdaderamente principal.
«¡Ah!, sí, el entierro del pobre Arnaiz... Dime una cosa, ¿me guardas rencor?». La mirada se volvió húmeda. ¿Yo?... ninguno. ¿A pesar de lo mal que me porté contigo?... Ya te lo perdoné. ¿Cuándo? ¡Cuándo! ¡Qué gracia! Pues el mismo día. Hace tiempo, nena negra, que me estoy acordando mucho de ti dijo Santa Cruz con cariño que no parecía fingido, clavándole una mano en un muslo.
SANCHO. La tuya, invicto señor, A Tello en Galicia dí, Para que, como era justo, Me diese mi prenda amada. Leída y no respetada, Causóle mortal disgusto; Y no sólo no volvió, Señor, la prenda que digo, Pero con nuevo castigo El porte della me dió; Que a mí y a este labrador Nos trataron de tal suerte Que fué escapar de la muerte Dicha y milagro, señor.
La decadencia de los buques parecía reflejarse en el porte de sus capitanes, más rudos que antes, peor vestidos, con un abandono militar de combatiente de trinchera, las manos callosas y mal cuidadas, iguales á las de un cargador. Entre los marinos de guerra también los había que mostraban un completo abandono de su persona.
La verdad ante todo: yo, que hasta entonces dominaba la escena con el desembarazo que da la conciencia de «valer más» en la escala de la educación y de la cultura intelectuales, al verme enfrente de aquellos dos concurrentes de tan distinguido y elegante porte, sentí que se me bajaban mucho los humos de la chimenea, hasta en lo de llevar bien la ropa, particularmente en lo que tocaba la comparación con el apuesto y correctísimo yerno del señorón de Coteruco.
Palabra del Dia
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