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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Y después continuó: Gracias al petitorio que yo dirijo, se han reducido dos mil y pico de reales. Tenemos misa con orquesta de capilla, y nos predica el padre Lorenzo de Soto, que es un orador que vale un Perú. ¡Oh! no me le nombre usted dijo Salomé, apartando la cara y poniéndole delante de ella la mano abierta á guisa de pantalla: es un clérigo pervertido, contaminado con las ideas del día.
Estábaselo con mucho sosiego mirando don Quijote, y, como lo vio caer, saltó de su caballo y con mucha ligereza se llegó a él, y, poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se rindiese; si no, que le cortaría la cabeza.
Aunque no creyese ni más ni menos en la aventura, a Tristán le irritó un poco tanta displicencia. Fingiendo, sin embargo, alegre desembarazo le dijo al cabo poniéndole una mano sobre la rodilla: Vamos a ver, ¿quién era la incógnita, Gustavo? ¿Qué te importa? ¿Una duquesa? Lo es a ratos solamente repuso el pintor sin poder reprimir la risa.
Este parecía, en efecto, abrigar intenciones perversas, porque el tío Frasquito percibía claramente del otro lado del tabique ruidos extraños que le desasosegaban, poniéndole nervioso; la puertecilla, sin embargo, no tenía rendija alguna traidora que diera paso a una mirada, y esto lo tranquilizó algún tanto.
¡Noble conducta! dijo Makaraig riendo; en los tiempos de calma, usted nos evita... El cabo preguntó á Basilio por su nombre, y hojeó una lista. ¿Estudiante de Medicina, calle de Anloague? preguntó el cabo. Basilio se mordió los labios. Usted nos ahorra un viaje, añadió el cabo, poniéndole la mano sobre el hombro; ¡dése usted preso! ¿Cómo, yo tambien? Makaraig soltó una carcajada.
Al llegar aquí no pudo reprimir un gesto de disgusto. Don Laureano lo observó, y soltando la carcajada y poniéndole una mano sobre el hombro, exclamó: Pero ¡qué empeño tienen ustedes los maridos en que nadie admire a sus mujeres! ¿Por qué? Yo imagino que debiera ser lo contrario.
Salvador, deseando esquivar en aquel momento la persecución de las señoras, se despidió de Carmen aceleradamente, prometiéndole volver muy pronto y haciéndole prometer que, entretanto, ella le escribiría con reserva, poniéndole al corriente de su situación, sobre la cual era preciso resolver en definitiva. Era aquél un día de emociones en Rucanto.
Cecilia entonces arrastró al Duque con fuerza hacia uno de los divanes, y le dijo: Siéntese usted. El magnate la miró demudado, y preguntó: ¿Para qué? ¡Siéntese usted, le digo! pronunció con rabia la joven, y al mismo tiempo, poniéndole las manos sobre los hombros, le empujó hacia abajo. El Duque se sentó al fin.
A Torquemada se le podía ahogar con un cabello, cuando el doctorcillo, arrimándole contra la pared y poniéndole ambas manos en los hombros, le dijo: «No me gusta nada esto; pero hay que esperar á mañana, á ver si brota alguna erupción. La fiebre es bastante alta.
Ya, ya sabemos lo que usted desea dijo cariñosamente el señor mayor, poniéndole la mano en el hombro . Usted viene huyendo de la degollina de San Isidro.... Aquí no hay que temer.... Sola, querida hija, a este caballerito le vendrá bien una taza de caldo. Utique... gratias agere... O un vasito de vino blanco con bizcochos. Mejor vino que caldo dijo entonces en claro español el estudiante.
Palabra del Dia
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