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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Hase poco fui a casa, como otras veses, y no vi a la señorita. Me dijeron que estaba malita; pero yo, que guipo de lejos, no lo creí. «¡Aquí hay gato enserrao!», me dihe. La casa andaba un poco revuelta, y voses en el piso de arriba; pongo la oreja, y oigo gritar a la señorita Gloria, isiendo: «¡No voy, no voy así me hagan ustedes peasos!» «Sierto son los toro», me dihe.

La de Ribert y Genoveva han quedado conquistadas como yo... aunque en distinto grado. Hasta Celestina manifiesta alguna indulgencia hacia el señor Baltet. La abuela no habla más que de él, y su nombre sale a cada instante en la conversación... Yo sonrío y me pongo encarnada... Dios mío, qué dichosa soy... Francisca me asombra prodigiosamente.

Hay momentos en que no me atrevo a pensar en ello, pero en cambio hay otros en los que me pongo a la altura de su abnegación; y entonces doy gracias a Dios por haberme concedido amar a la mujer más noble que existe, a la vez que la más hermosa, y por haber impedido que mi amor llegase a ser un día obstáculo insuperable para el cumplimiento de la altísima misión de Flavia.

Fortunata no contestó. «¿He acertado? ¿He puesto el dedo en la parte más sensible de la llaga? Franqueza, señora mía; que esto no ha de salir de aquí. Yo me tomo estas libertades, porque que usted no se ha de enfadar. Bien que abuso y que me pongo insoportable y machacona; pero aguánteme usted por un momento; no hay más remedio... Con que a ver...». Tampoco dijo nada.

Por eso las pongo en todos los panes y en todos los bizcochos, bien que a veces se borran porque la masa crece, porque, como decía, si podemos conseguir algún bien lo necesitamos en este mundo, os lo aseguro. Espero que os lo proporcionarán, maese Marner. Es con esa intención que os he traído los bizcochos, y ya veis que las letras han salido mejor que de costumbre.

Fuese hacia él, movido de lástima, y le preguntó lo que tenía. «Amigo le dijo Ido con voz cavernosa, mostrando su cara descompuesta , ¿ve usted cómo me tiembla el párpado derecho? Pues es señal de que me estoy poniendo malo... pero no tiene usted idea de lo malo que me pongo».

Era una joven de tez morena y no desprovista de gracia. Adiós, Eladia, hija mía. Saluda á los amigos, mujer. No por qué te pones tan seria cuando está Quino delante. Adiós. Yo no me pongo seria manifestó la joven poniéndose no sólo seria sino encrespada. Si estás enojada porque haya salido hoy del pueblo, puedes tranquilizarte.

¡Muy bien! dijo su padre dando pataditas en el suelo para desahogar la inquietud que le consumía . Pues ahora te pongo delante al propio boticario ese, y al mejor mozo y más rico y más honrado y decente de Sevilla, y te vuelvo a decir: elige. A Leto, insistió Nieves. ¡Canástoles! exclamó don Alejandro en los últimos extremos ya de la congoja que le ahogaba : ¡qué aberraciones, hombre!

Han venido tantos señores esta noche que aquello es la bóveda de San Ginés. ¿Pues qué, se dan disciplinazos? Con la lengua... hablan por los codos, y todo se vuelve manotadas y perjuraciones. ¿Qué entiendes por perjuraciones? Decir, pongo el caso, señores, muramos por el Trono legítimo. ¿Y todavía están reunidos? Todavía. Pero di, ¿no ha venido esta noche la policía?

Y el abuelo lloraba, hablaba de ahorcarse y dejarse morir de hambre. Si te vas, decía, vuelvo al bosque y no pongo los piés en el pueblo. Julî le calmaba diciendo que era menester que su padre volviese, que ganarían el pleito y pronto la podrían rescatar de la servidumbre.

Palabra del Dia

bagani

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