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Actualizado: 5 de junio de 2025


Gritaba la afligida mujer, como por muda no podía dar voces, daba aullidos y entonces el simple le acuchillaba, diciendo: Vengan y verán cuál pongo al diablo." Creer que Dios permitió semejante infamia, es un grosero insulto a Dios.

Páseme a pensar qué haría y parescióme esperar a mi amo hasta que el día demediase y si viniese y por ventura trajese algo que comiésemos; mas en vano fué mi experiencia. Desque vi ser las dos y no venía y la hambre me aquejaba, cierro mi puerta y pongo la llave do mandó y tornóme a mi menester.

No había alumbrado; pero el reflejo de la nieve que cubría las calles hacía la noche muy clara, aunque el cielo estaba muy oscuro. Salía yo de una de esas casas... Pero antes de que os diga la casa de donde salía, debo deciros quién soy yo. Soy un hombre ni feo ni hermoso, que acabo de cumplir treinta y seis años, y que en la época en que pongo la fecha de mis memorias tenía veinticuatro.

Y ahora, porque entonces, sin méritos que lo justificaran, tuve uno ó dos oyentes, echo de nuevo mano al público por el ojal de la levita, por decirlo así, y quieras que no quieras, me pongo á charlar de mis vicisitudes durante los tres años que pasé en una Aduana.

Morandro, mi dulce amigo, No vayas, que se me antoja Que de tu sangre veo roja La espada del enemigo. No hagas esta jornada, Morandro, bien de mi vida, Que si es mala la salida, Es muy peor la tornada. Si quiero aplacar tu brio, Por testigo pongo al cielo, Que de mi daño recelo Y no del provecho mio.

Poenco gritó dando manotadas sobre la mesa trae manzanilla. ¿Hay algo de pescado para hacer sed?... Querido Gabriel, hombre benévolo y caritativo, pongo en tu conocimiento que ahora al pasar por la calle del Burro me dieron ganas de entrar en casa de Pepe Caifás, y allí perdí los cuatro duros que me diste esta tarde. ¿Llevarías tu longanimidad hasta el extremo de darme otros cuatro?

La pobre vieja se fue poco a poco, como si los chicos tirasen de ella desde arriba; y yo, el malo, el empedernido, me he quedado aquí solo, completamente solo, sin el recurso siquiera de beber; porque si me emborracho, vienen ellos, ¿sabe usted? ellos, mis perseguidores, a enloquecerme con el aleteo de sus hopas negras, como si fuesen enormes cuervos, y me pongo a morir... Y sin embargo, no los odio. ¡Infelices!

El rigor de su autoridad, que el muchacho acataba siempre con veneración, sería remedio eficaz y pronto del desorden de aquella cabeza. Bien lo decía ella. «En cuanto yo le doy cuatro gritos, le pongo como una liebre. Trabajo les mando a esas lobas que me le quieran trastornar».

Nada mas comun que oir: «No comprendo lo que ha contado fulano; me parece imposible, pero en fin es hombre veraz y que sabe lo que dice; si otro lo refiriera no lo creeria, pero ahora no pongo duda en que la cosa es tal como él la afirmaLa mas alta filosofía acorde con la fe.

Pasen a mi gabinete, que pongo a su disposición; yo voy a salir, y les ruego obren con toda libertad, pues están en su casa. »Abrió la puerta del aposento, y los dos amigos entraron en él; en seguida partió el Conde, y yo quedé sola. »No cómo decir a ustedes lo que sentí entonces, y la horrible tentación que se apoderó de .

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