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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Pagué mi escote de ese modo. También pagó usted en moneda de plomo. ¡Los moritos que dejó usted caer!... La verdad es que podrías alistarte en los rifles-women, Eva. ¡Cómo debes de despreciar nuestras cacerías de papelitos! Al contrario; prefiero esa caza a cualquiera otra.
Y aún sufría más por mi empeño de que aquí no se conociese tu situación. ¡Un Luna, el hijo del señor Esteban, el antiguo jardinero de la Primada, con el que conversaban los canónigos y hasta los arzobispos... mezclado entre la gentuza infernal que quiere destruir el mundo...! Por esto, cuando Eusebio el Azul y otros chismosillos de la casa me preguntaban si podrías ser tú el Luna de que hablaban los periódicos, yo decía que mi hermano estaba en América y que me escribías de tarde en tarde, por andar ocupado en grandes negocios. ¡Ya ves qué dolor!
Beatriz, a pesar de su amargo desapego a todo, aceptó la idea con algún interés. Pero objetó a su amiga , ¿cómo pedir semejante favor a ese caballero?... Yo nunca me atreveré. Podrías replicóle la vizcondesa rogar al señor de Pierrepont que se encargara de hablarle. No dijo Beatriz ; el señor de Pierrepont podría disgustar a su tía dando ese paso.
No estás solo en este desierto: te rodean todos los héroes de Ariosto, y podrías elevarte a las nubes con el poeta, si es que el frío, que penetra hasta los tuétanos, no te obliga a bajar a la tierra.
Pero entonces, gran perverso replicó la joven esposa con voz de mimo y atusándole el bigote con la punta de los dedos , no podrías regalar a tu Elena un aderezo tan hermoso como le has regalado el día de su santo, no podrías llevarla en coche, no podrías vestirla con trajes elegantes, no podrías traerle pastelitos de casa de Lhardy, ni bombones de la Mahonesa. Ni sobreasada de Mallorca.
Otra vez me han dejado sin blanca continuó en tono quejumbroso, que formaba un lamentable contraste con su voluminoso cuerpo; ¿no podrías ayudarme siquiera con un centenar de pesos, hasta que me componga algún tanto? Tengo que remitir dinero a casa, a la parienta, y me han ganado eso y veinte veces más.
Sí, sí; ve dijo. ¡Pobre hombre! ¿Qué ha hecho? Pero no vayas tú; ¿no podrías mandarle un recado? Yo mismo debo ir. Volveré pronto; no temas nada. ¿Qué me puede suceder? ¡Ay, Dios mío! Todavía me parece que siento aquellos gritos de anoche ... ¿Y si se enfada contigo y te riñe? ¿Quién? ¡
Tal vez pudiéramos influir en algún sentido... quizá volviéndonos a Buenos Aires. ¡Ya estás pensando en eso!... Tú podrías quedarte, desde que tienes un interés; pero yo me iría con él. Y crees que Melchor acepte el regreso ya... ¡No creas! ¿Y por qué no? ¿Pero no has observado que él lo pasa «ahora» muy bien?... ...Algo me ha parecido notar...
Si tuvieses fe, podrías acudir á mí en busca de los consuelos que da la religión. No acudiendo para esto, ¿qué podré yo decirte, que ignores? La moral tuya es idéntica á la mía, aunque en sus fundamentos discrepe. Y al fin, harto lo conoces tú, no hay caso de conciencia, meramente moral, cuya solución no sea llana para todo entendimiento un poco cultivado.
Esos tunos, para alejarnos de nuestro campamento, o tal vez para que caigamos en una emboscada, han arrancado esas plantas y las tienen en las manos con una habilidad sorprendente. No es un recurso nuevo para esta gente, ahora que me acuerdo. ¿Será verdaderamente así, tío? Sí, muchacho, y si fuera de día podrías convencerte. ¡Canallas!
Palabra del Dia
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