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Actualizado: 10 de junio de 2025


Krilov le miró de un modo significativo a través de sus gafas, y el portero comprendió en seguida; hizo con la cabeza un signo que daba a entender que adivinaba lo que llevaba allí a Krilov y le tendió la mano. ¡Qué confianzudo! se dijo Krilov; pero estrechó con fuerza la mano dura e inflexible como una plancha. ¡Entremos en mi casa! invitó el portero. ¿Para qué? Yo sólo quería...

Respondíole que buscaba oro y plata, y el Rey le dió una corona de plata de medio marco de peso, una plancha de oro de medio palmo de largo, y la mitad de ancho, y otras cosas hechas de plata: diciéndole, que no tenia mas oro ni plata, y que lo que le daba era el despojo que habia traido de la guerras con las Amazonas.

«Pues yo le he de quitar de la cabeza esas tontunas dijo el médico inclinándose hacía ella y mirándola de cerca. ¿Sabes lo que te digo? replicó Isidora con el tono insolente que se le había pegado de la sociedad gaitesca . ¿Sabes lo que te digo? Que no me vengas con dianas, que no me marees. No te hago caso; el corazón se me ha hecho de piedra y mi cabeza es como esa plancha».

Poco interés prestan, y la mencionan como simple curiosidad, á la igualdad que hay entre algunas clavas de madera de chonta, encontradas por ellos en Colombia y en el Perú, y las de Nueva-Zelandia, y figuran en la misma plancha que una de esas clavas, sin mayor mencion que la de «hacha de piedra verdosa anfibólica encontrada en las huacas del Cuzco», una verdadera maza de guerra neo-zelandesa, el característico Patoo-Patoo, peculiar á la considerada como pátria de los Maories.

Con el mismo ritmo con que las chulas cantan «la falda de percal planchá», moviendo las caderas, un alumno cantaba las dificultades del Derecho Natural con tanta gracia, que hasta parecía sonreír el sombrío San Ignacio que volaba en el techo.

Con este y otros pequeños y discretos recursos nos iremos librando de la «plancha» en las noches de mala fortuna. No creo haber agotado este tema trascendental de las «planchadoras», cuya psicología es complejísima.

No existe nada que se resigne a morir, y el error es quizás lo que con más bravura se defiende de la muerte. Cuando el error se ve amenazado de esa ridiculez a que el lenguaje corriente da el nombre de plancha, hace desesperados esfuerzos, azuzado por el amor propio, para prolongar su existencia.

Se presentó un día a la señora, y con la disculpa de que la plancha le hacía daño pidió la cuenta. No se le ocultó a Amalia la verdadera razón, pues tenía conocimiento de sus murmuraciones. Disimuló, sin embargo. , hija, comprendo que el planchado te aburra. no gozas de mucha salud. También yo ando malucha hace días.

¡Hum! gruñó el gigante en señal de admiración, pero sin apartar los sentidos del roast-beef que tenía delante. ¡Qué horror! exclamó doña Martina, como siempre que se hablaba de este suceso inaudito: ya sabemos que su fuerte era la plancha. ¡Vea V., vea V. cómo come su hijo!..... soltando la carne ya mascada en el plato! Miguel se puso colorado otra vez hasta las orejas.

De pronto, una línea negra había cortado el mar: algo así como una espina con raspas de espuma, que avanzaba vertiginosamente, formando relieve sobre las aguas... Luego, un golpe en el casco del buque, que lo había hecho estremecer de la proa á la popa, sin que ni una plancha ni un tornillo escapasen á la enorme dislocación... Después, un estallido de volcán, un haz gigantesco de humo y llamas, una nube amarillenta, de un amarillo de droguería, en la que volaban obscuros objetos: fragmentos de metal y de madera; cuerpos humanos hechos pedazos.

Palabra del Dia

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