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Actualizado: 10 de junio de 2025
Dejó la plancha y se sentó en un miserable sofá de paja. Un ratito no muy largo estuvo llorando, y después dijo así: «No quería que nadie me viese en este estado. Como pienso salir de él y hallarme en mejor posición, porque todavía... A ver, ¿qué tal me encuentras? Muy mal, muy mal. ¿He perdido mucho? ¿No me respondes? He estado muy mala, ¡qué puño!...». Miquis no dijo nada.
Pero ¡ay! un día, allá a principios de marzo, vi con júbilo una plancha en la cual había escritas estas consoladoras palabras: CUARTO Y GABINETE POR ALQUILAR PARA EL MES DE ABRIL
Pocos días después, al cruzar Josefina por el cuarto de la plancha para ir al comedor, oyó a Concha decir dirigiéndose a María: Di, chica, ¿has planchado ya la ropa de la hospiciana? Se detuvo, sin saber a quién se refería, y paseó su mirada recelosa de una a otra doméstica, hasta que una carcajada, que ambas soltaron a la vez, le hizo comprender que se trataba de ella.
La «planchadora», por el contrario, prefiere la murmuración a la «plancha». Alguna vez se «plancha» sin ser «planchadora»; un «planchado» fortuito, casual, injustificado; porque, usando el lenguaje corriente, hay bailes con suerte y bailes con desgracia. He aquí un fenómeno superior a nuestra capacidad analítica. ¿Por qué en unos bailes tenemos éxito y en otros no lo tenemos? Misterio.
Exagerando lo que daba que hacer, lo mucho que se manchaba y lo que perturbaba el servicio de la mesa, logró a la postre que no se sentase a ella y sí en una pequeñita que se le puso en el cuarto de la plancha, próximo a la cocina.
Pero no todas las feas «planchan». No pocas de ellas se ven tan atendidas y solicitadas en los bailes como las más lindas. Una fea se defiende de la «plancha» con dos recursos: bailando bien y teniendo ingenio y espiritualidad. El bailar bien, con gracia y soltura, es ya una forma de belleza física.
El reciente tertuliano rindió pleito homenaje a la planchadora, y comenzó a visitarla con asiduidad. ¡Ah miserable Miguel! En un instante perdió hasta las pocas migajas de favor que le quedaban. El chico gordo quedó alzado sobre el pavés a los pocos días y proclamado favorito exclusivo, dueño absoluto del cuarto de la plancha y sus alrededores.
Echándose un pañuelo por los hombros, porque el calor de la plancha la obligaba a estar al fresco, pasó al gabinete.
Cerraron tras sí la puerta de la boardilla; pero esta puerta, vieja y desvencijada, tenía tales rendijas, que le permitieron a Miguel enterarse de lo que dentro ocurría: el cura encendió un quinqué, que había sobre la mesa de la plancha, y acto continuo se despojó de la sotana, y quedó en mangas de camisa hecho un gladiador; y para que todavía la semejanza fuese más perfecta, remangóselas, y lo mismo los pantalones.
Cuando la operación se practica en las deliciosas horas de la mañana, los pobres bogas saltan de contento; pero, repetida durante el día con frecuencia, en aquella atmósfera candescente, bajo un sol de que en nuestras regiones es difícil formar idea, constituye un martirio real. Una larga plancha une al buque con la orilla, a guisa de puente.
Palabra del Dia
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