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Actualizado: 11 de junio de 2025


Pisaba yo recio y menudito saboreando in mente los episodios de la comedia que acababa de ver, cuando al entrar en la calle de la Blanca sacáronme de mis meditaciones fuertes y descompasados gritos que daban dos hombres riñendo en uno de los extremos de la calle.

Llevaba un mes confinado en la casa y necesitaba respirar el aire libre. »Al llegar al bosque y cruzar la Avenida de Madrid, vino a mi mente el recuerdo de un paseo que hace tres meses hice en circunstancias bien distintas. Pisaba yo aquel día el umbral de la felicidad, mientras que hoy me encuentro al borde de la desesperación más profunda.

Mesía, por toda respuesta, se acercaba entonces a ella, le pisaba un pie; pero la del Banco le recibía a pataditas, con lo que daba a entender «que era tambor de marina» y que seguía dominando en ella el criterio que había presidido a la bofetada de la tarde anterior.

El marido no parecía advertir el abandono físico y la transformación moral de su esposa. Hacía años que no pisaba el suelo de su cuarto. Cuando hablaba con ella volvía la vista ó la miraba con ojos vagos y sin pensamiento, que parecían no verla. Ni una protesta, ni una pregunta, como si en el fondo le complaciese esta transformación que le apartaba de ella, haciendo imposible todo retroceso.

Entonces hacía propósito de respetar a la mujer inocente que él mismo había introducido en la escena resbaladiza y brillante que pisaba. Digamos ahora algunas palabras de la duquesa: Era esta señora virtuosa y bella. Aunque había entrado en los treinta años, la frescura de su tez y la expresión de candor de su semblante le daban un aspecto más joven.

Y el Dotor pisaba la orilla seca, desnudo y serenamente impúdico como un dios, dando la mano á los hombres, mientras chillaban las mujeres llevándose el delantal á un solo ojo, espantadas y admiradas á la vez de su monstruosidad colgante que esparcía á cada paso una rociada de gotas.

Versos a lo San Juan, como se decía ella, le salían a borbotones del alma, hechos de una pieza, sencillos, dulces y apasionados; y hablaba con la Virgen de aquella manera. Notaba Anita, excitada, nerviosa y sentía un dolor extraño en la cabeza al notarlo una misteriosa analogía entre los versos de San Juan y aquella fragancia del tomillo que ella pisaba al subir por el monte.

Que si le había pasado algo al señorito, que la señora estaba asustada; que yo debía de saber algo.... El Magistral se paseaba por el gabinete y pisaba muy fuerte; disimulaba mal su impaciencia, su mal humor, tal vez no pretendía siquiera disimularlos.

Iba delante, y el señorito le pisaba casi los talones. Los mozos portadores del equipaje se habían adelantado mucho, deseosos de llegar cuanto antes a Cebre y echar un traguete en la taberna. Para oír el susurro que produjeron las hojas y la maleza al desviarse y abrir paso a un cuerpo, necesitábanse realmente sentidos de cazador.

Por eso no pudo menos de dirigir un duro apóstrofe á la tierra que pisaba, viéndola poblada de ásperos escajos, y cuya aparente esterilidad alejaba de ella á sus hijos para buscar en país remoto lo que la madre patria no podía darles. ¡Cargo injusto, por cierto, y que, perpetuamente en boca de tantos ignorantes, sostiene en esta provincia la plaga de emigración que la despuebla!...

Palabra del Dia

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