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Actualizado: 2 de junio de 2025
Un mozo se presentó, no poco alarmado con el estrépito. ¿Qué demonios se puede tomar aquí para quitar la sed, que no se parezca á esa melecina condenada que me has dado? le preguntó el mayorazgo, señalando el estrellado sorbete. Lo que usted pida, señor contestó el otro, luchando por contener la risa. Pues tráete ... media de tinto. ¡De tinto! ¿Cómo? ¿Cómo? En sangría.
Díle pronto que le amo, que le idolatro; que su beso vale más que todas las satisfacciones y vanaglorias; que su amor me enamora; que la belleza divina de su alma excede para mí a toda la belleza de las demás criaturas de Dios. ¡Que yo le vuelva a ver, cielos santos! ¡Que yo me arroje a sus plantas y le pida mil veces perdón! ¡Que yo le pague el beso que me dió dormida, exhalando mi alma, infundiéndola en la suya con un beso eterno... infinito!
En más de seiscientas páginas que el libro contiene, entiendo yo que está dicho cuanto en pro y en contra de la tauromaquia puede decirse, y que está contado por estilo muy elegante y ligero cuanto al ejercicio del mencionado arte se refiere, desde sus orígenes, que van a perderse en la noche de los tiempos, hasta el día de hoy, en que sigue floreciente y en auge, sin que necesite ni pida regeneración, como otras artes, cosas y personas.
La hermosa Alfreda es otro drama, que participa de las bellezas y defectos de los mencionados. El rey Federico, enamorado de la princesa Alfreda de Cleves por haber visto un retrato suyo, encarga al conde Godofredo que se encamine á Cleves, y que pida á la Princesa para esposa suya, en caso de encontrarla tan bella como aparece en su retrato.
Todo retardo podría inspirar sospechas e impedir su reclusión. Es que mañana mismo le diré a la condesa que conozco su cobarde proyecto contra mí. La obligaré a renunciar a él, amenazándola con mi venganza. Quiero que se eche a mis pies, y que me pida perdón.
Tú me guardas las cartas hasta que te las pida, si por casualidad he de permanecer fuera más tiempo. En cumplimiento de este encargo, el día de su regreso le entregó Pepe tres o cuatro cartas, diciéndole, al dárselas en el cuarto de la fonda, mientras les preparaban el almuerzo: ¿Sabía ella con seguridad cuándo te embarcabas? Fijamente, no. ¿Por qué?
Padre Urtazu dijo la desposada llegándose al que su negra faja declaraba por jesuita, y, asiéndole la mano, sobre la cual cayeron a un tiempo sus labios y dos lágrimas, claras como agua , pida usted a Dios por mí.... Y acercándose más, añadió bajito: Que si papá tiene algo, me lo avise usted, usted ¿verdad?
»Pero ha llegado el momento en que se me pida, si bien de la mejor manera del mundo, el precio de esos beneficios. »El magnate á quien tanto debo, ha tenido una aventura amorosa con una dama muy principal; esta dama es casada, su marido está ausente y ella se encuentra encinta. Ha venido ocultamente al pueblo, y mi favorecedor me ha buscado también de una manera oculta.
De aquí que el honor, según estos, nunca pueda perderse, y se ofenda con razón el embustero porque le digan que miente, y el ratero pida una satisfacción al que le acusa de robo, y el presidiario que arrastra una cadena pueda llevar al campo del honor al juez que se la ha impuesto.
¿Cómo? ¿Un Rey que está debajo de la tierra? Pues el diablo será. Diablo no: Rey bunito. ¿Eso es cosa de tu religión? ¿Tú qué religión tienes? Ser eibrío. Vaya por Dios dijo Benina, que no había entendido el término . ¿Y a ese Rey le llamas tú, y viene? Y dar ti tuda que pedir él. ¿Me da todo lo que le pida? Siguro».
Palabra del Dia
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