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Actualizado: 16 de mayo de 2025


A más de todas las contrariedades en cuanto á la marcha que tienen los barcos de vela, hay otras, mucho, muchísimo mayores. Da la pícara casualidad que los barcos de vela en que hemos hecho viajes largos, pertenecen á armadores amigos y ... qué demonios, la amistad ha de ser un poco indulgente, dejando quieto el pico de la manta.

La montaña condensa el vapor y lo exprime del aire. Muchas veces, contemplando un pico ó un promontorio saliente, he visto las nubecillas nacientes hacinarse en torno á la helada punta. Elévase una humareda semejante á la que brota de un cráter; pronto envuelve todos los salientes y el monte acaba por coronarse con un turbante nubes tejido por él mismo en el aire transparente.

Quedaos atrás, replicó el conde, y en llegando al castillo os oiré despacio. Picó al caballo, entró en su alcázar, y de allí á poco llegó al puente levadizo el hombre alto y moreno, á quien se permitió la entrada por haberlo ya prevenido el dueño. Pidió á este el misterioso aparecido hablarle sin testigos: el jóven caballero despidió á sus criados presentes, y quedaron los dos solos.

Julia Pico, de cuarenta y cinco años, nacida en Bellano, en las márgenes del lago de Como, estaba en el servicio de la Condesa d'Arda desde la niñez de ésta, cuando vivía en la casa paterna en Milán. ¿Usted ha dicho que en patrona manifestó varias veces el propósito de morir? . ¿Desde cuándo? Desde hace mucho tiempo... más de un año. ¿Nunca habló usted de ese peligro al amigo de la Condesa? .

Quedaba atrás, confundiéndose con otras montañas, el famoso pico de Banderas, con su castillete abandonado que recordaba la heroica Noche Buena de Espartero, el combate de Luchana, milagro de la leyenda dorada del liberalismo, que aún vivía en todas las memorias agrandado por las fantásticas proporciones que da la tradición.

Poco a poco sobre eso, mi señor don Alejandro. Usted sabrá a qué paso le anda la vida por sus adentros; pero no el que lleva la mía por los míos. Pues, hombre, ya que me la echa usted de plancheta, le diré que allá saldrán las dos en andadura, como salimos en años uno y otro. No es regla esa, don Alejandro. Sobre todo, cuando se saca en la cuenta el pico gordo que me saca usted a . ¡Yo a usted?

Aquel señor no jugaba limpio, y una mañana se largó dejando un pico muy grande en la casa de huéspedes, y otro pico no dónde, y picos y picos... Total, que la pobre tuvo que empeñar todos sus trapos y se quedó con lo puesto, nada más que con lo puesto, cuando lo tiene puesto se entiende. Feliciana se la encontró no dónde hecha un mar de lágrimas, y le dijo: «vente a mi casa». ¡Allí está!

Y sobre estos campos inquietos de mieses de acero, las banderas de los regimientos se estremecían en el aire como pájaros de colores: el cuerpo blanco, un ala azul, la otra roja, una corbata de oro en el cuello y en lo alto el pico de bronce, el hierro de la lanza que apuntaba á las nubes.

Por espacio de muchas noches hizo propaganda acalorada. A veces se tenía que incomodar, porque le hacían observaciones estúpidas o socarronas. Como se expresaba muy bien, oíanle todos con gran atención, y las chicas del partido le ponían buenos ojos. El mozo era el más entusiasmado y decía: «¡Qué pico tiene este señor de Rubín!».

Largas cajas de caoba roja y pulimentada contenían camelias, jazmines de Méjico y cactos de espesas hojas. En una linda jaula de limonero y de enrejado de plata revoloteaban unos hermosos pájaros de cabeza verde, de alas purpuradas con reflejos de oro, y bonitas cotorras de Puerto Rico, con todo el cuerpo azul, un penacho de color de naranja y el pico negro como el ébano.

Palabra del Dia

condesciende

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