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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Este tal le sorbió los sesos a una pobre mujer, viuda de un platero y se casó con ella. Cada uno por su estilo, aquella pareja valía un imperio. Todo el santo día estaban riñendo, de pico se entiende... ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno.

Cada cima tiene su vida propia; como un ser distinto, tiene su osamenta particular y su forma exterior correspondiente; cada arroyuelo que corre por sus flancos tiene su curso y accidentes particulares y su lenguaje, su murmullo y su estruendo propio. La fuente que nace á mayor altura es la que brota del pico más elevado y la que por consecuencia recorre más espacio hasta llegar al valle.

Siempre sucedía lo mismo, cuando faltaba el niño; era él el alma, la luz, el calor y la alegría de la casa, y sabía con su picante charla entretener a los viejos, que babeaban, escuchándole; ¡qué de cosas refería, qué ideas las suyas y qué pico de oro aquél!

¡Bicoca!... ¡Oh!, señor marino, ¿y quién le dice a usted que yo sería tan torpe que moviera ese buque por medio del viento? Usted no me conoce. Si supiera usted que tengo aquí una idea... Pero no quiero explicársela a ustedes, porque no me entenderían». Al llegar a este punto de su charla, D. José María dio tal tumbo que se quedó en cuatro pies. Pero ni por esas cerró el pico.

Apenas se le veía como un punto negro en la espesura del follaje, pero se oía el débil piar de los polluelos cuando sus padres con agitación iban y venían para cebarlos. ¡Qué alegría la de aquellos animalitos al verles llegar con un mosquito en el pico! ¡Qué gozo triunfal expresaba el trino de los padres luego que depositaban el alimento en la boca de sus pequeños!

Su larga nariz se encorvaba vigorosamente como el pico de un águila; tenía los ojos negros, las cejas negras, los cabellos negros y la tez del color uniforme de una naranja de Portugal. Sus dientes podían haber pasado por hermosos si no hubiesen sido tan largos y si su dueño no hubiera sido fumador.

Acaeció que en uno de estos días de vacilaciones para el conde, fue por la mañana a casa de Quiñones Micaela, la más nerviosa y violenta de las cuatro ondinas del Jubilado. Fue con objeto de pedir consejo a Amalia acerca de un vestido que tenía en proyecto para el próximo baile del casino. Apesar de sus treinta y pico, aún seguía tendiendo redes al sexo masculino.

Y el otro pensaba que con sólo abrir el pico, daríase cuenta el portugués de la verdad de su situación, y el oropel de su nombre quedaba al descubierto, como alhaja falsa que pierde la capa de oro con que ha engañado la vista.

En su fuga encontró otro picador, repitiendo el salto, el bufido y la huida. Luego tropezó con el tercer jinete, el cual, avanzando la garrocha, le picó en el cuello, aumentando con este castigo su miedo y su velocidad.

Mi cura, mi querido cura, os lo suplico, aplicad mañana vuestra misa para que el señor de Couprat no sea el Pico de la Aguja Verde. «Hasta la vista, señor cura; espero que pronto seréis cura de Pavol».

Palabra del Dia

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