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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Sus palabras evocaban en el pensamiento del médico las minas, con su población miserable, roída por las necesidades materiales y la desesperación de los que sienten sed de justicia. Desde aquellos picachos rojos, transformados y revueltos por el pico del peón y el trueno del barrenador, un nuevo peligro espiaba á la villa opulenta y feliz.

Recordando Ferpierre el relato del juez de paz, según el cual el Príncipe, a la llegada de Julia Pico, se había turbado, poniéndose otra vez a temblar nerviosamente y a respirar con ansia, pensaba que tal vez Alejo Zakunine hubiese visto en la mujer una acusadora, y que de allí proviniera su turbación.

Por de pronto respondíle, maravillado de aquélla su vivacidad de imaginación y soltura de «pico», que parecían incompatibles con la dolencia que le acababa , si se ensancha el paisaje más allá del boquete por donde se cuela el río.

La áspera loma de la Pena de los enamorados, por última vez la treparon un cristiano y una mora, haciendo el fanatismo en este último caso lo que verificó en el primero la intransigencia. La separación de razas que revela el Pico de los amantes, la vemos reproducida en los mismos monumentos, cuyos restos aún conservan las islas.

Había molido dos mil fanegas de aceituna, y le aseguró que eran seis mil y pico las que había molido. No queriendo quedarse muy atrás, los otros hacendados ponderaron también al forastero sus provechos, cosechas e industrias.

Crespo, según él dijo, tomó un día por su cuenta a la joven para recomendarle al señor Quintanar. «Era el único novio digno de ella. Los cuarenta años y pico eran como los de los árboles que duran siglos, una juventud, la primera juventud. Más viejo es un perro de diez años que un cuervo de ciento, si es cierto que los cuervos duran siglos». Ana apreciaba en mucho los consejos de Frígilis.

Parecía tan corriente, como si viviese del mísero sueldo de un empleo... su originalidad estaba en su rostro, sin barba, de líneas fuertes y duras, la nariz brusca, presentaba la expresión rapaz y amenazadora de un pico de águila: el corte firme y acentuado de sus labios daba a su boca una expresión maligna; los ojos, al fijarse, semejaban los encendidos fulgores de un disparo, salido súbitamente de entre las zarzas tenebrosas del entrecejo fruncido; era lívido, mas, por su piel, corrían a veces radiaciones sanguíneas, como en un viejo mármol fenicio.

No le perdonaba sus hábitos de despilfarro y el poco aprecio que hacía del dinero gastándolo tan sin sustancia. Ni una sola vez, ni una, le había dado un pico para que se lo colocase a rédito.

Pero ni aun en aquel rasgo de caridad hermosa desmintió la pobre mujer sus hábitos de sisa, y descontó un pico para guardarlo cuidadosamente en su baúl, como base de un nuevo montepío, que era para ella necesidad de su temperamento y placer de su alma. Como se ve, tenía el vicio del descuento, que en cierto modo, por otro lado, era la virtud del ahorro.

Su marido tenía mucho más de lo que ella sospechaba; era un capitalista. Había cinco billetes de cuatro mil reales, que componían mil duros, y después un pico en billetes pequeños que sumaban tres mil setecientos. Los cinco billetes grandes formaban el más elegante cuadernillo que la dama había visto en su vida.

Palabra del Dia

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