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Actualizado: 3 de junio de 2025
¡Ah, que buena sois, mi Zuzie! Edward era el picador. Había llegado hacía tres días al castillo para la instalación de las caballerizas y la organización del servicio. Dignose salir al encuentro de madama Scott y miss Percival, trayendo los cuatro poneys con el carruaje, y esperaba en el patio de la estación con numeroso acompañamiento. Puede decirse que todo Souvigny estaba allí.
Salió a la arena guapamente y se quedó plantado en mitad de ella, con el asombro de la luz después de la lobreguez del toril y del bullicio de miles de personas luego del silencio de los corrales. Pero así que le pinchó un picador, pareció llenar la plaza entera con su grandiosa bravura. No hubo para él ni hombres, ni cabayos, ni na.
Es la primera vez que lo veo. Y se sentó junto al picador, sin soltar la carabina, que conservaba entre las rodillas. Hazte pa allá, guasón dijo empujando a Potaje con su cuerpo. El picador, que le trataba con ruda camaradería, contestole con otro empellón, y los dos hombretones rieron al empujarse, regocijando a todos los de la mesa con estos jugueteos brutales.
El bandido se encogió como si fuese a saltar bajo esta caricia ruda e irreverente y su diestra levantó el rifle. Pero los azules ojillos, fijándose en el picador, parecieron reconocerle. Tú eres Potaje, si no me engaño. Te he visto picá en Seviya en la otra feria. ¡Camará, qué caías! ¡Qué bruto eres!... ¡Ni que fueras de jierro durse!
Rompíanse las picas con un chasquido de madera seca, saltaba el caballo enganchado en los poderosos cuernos, brotaban sangre, excrementos y piltrafas de este choque mortal, y rodaba por la arena el picador como un monigote de piernas amarillas, cubriéndole inmediatamente las capas de los peones.
Potaje el picador prorrumpía en imágenes poéticas de las suyas al contemplar la enorme astamenta de aquel animal. Eran tan grandes y tan separados sus cuernos, que un mirlo podía cantar en la punta de uno de ellos sin que le oyesen desde el otro. Gallardo se sentó junto a la mesa, elegante y llena de bronces, sin encontrar en su superficie otra incorrección que el polvo de varios días.
EL picador deseaba prolongar la estancia del bandolero, satisfecho de hablar con él como con un amigo de toda la vida y poder contar luego en la ciudad su interesante encuentro. Yevo tres horas aquí; debo irme. Nunca paso tanto tiempo en un sitio descubierto y llano como La Rinconá. Tal vez a estas horas hayan ido con er soplo de que estoy aquí.
El picador, sobre esta debilidad agónica, dirigíase al encuentro de la fiera. ¡Vaya por ustés! gritaba arrojando su sombrero a un grupo de amigos. Y apenas se colocaba ante el toro, clavándole su pica en el cuello, hombre y caballo iban por lo alto, partiéndose el grupo en dos piezas con la violencia del choque y rodando cada una por su lado.
A las dos semanas de aquellos dimes y diretes, de tanta bronca y de tanto escándalo entre los hermanos Izquierdo, y entre Izquierdo y el picador, y tía y sobrina, se reconciliaron todos, y se acabaron las riñas y no hubo más que finezas y apretones de manos. Sí que es particular. ¡Qué gente! El pueblo no conoce la dignidad. Sólo le mueven sus pasiones o el interés.
No se sabía tampoco a dónde diantres había ido a parar el picador; pero Segunda había traspasado la huevería y tenía en la misma Cava un poco más abajo, cerca ya de la escalerilla, una covacha a que daba el nombre de establecimiento. En aquella caverna habitaba y hacía el café que vendía por la mañana a la gente del mercado. Cuatro cacharros, dos sillas y una mesa componían el ajuar.
Palabra del Dia
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