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-Habréla acabado -respondió Sancho-, porque veo que vuestra merced recibe pesadumbre con ella; que si esto no se pusiera de por medio, obra había cortada para tres días. -Plega a Dios, Sancho -replicó don Quijote-, que yo te vea mudo antes que me muera.

Si tu deidad en escoger se engaña, Y yo solo aprobé lo que él me dixo, Porqué este simple contra se ensaña? Con justa causa y con razon me aflixo, De ver como estos barbaros se inclinan A tenerme en temor duro y prolixo. Unos, porque los puse me abominan: Otros, porque he dexado de ponellos, De darme pesadumbre determinan.

Fijos allí, no quitábamos los ojos de la tremenda fila de corazas que resplandecían en la loma de enfrente, quietas y confiadas en su valor y pesadumbre.

En resolución, él mostraba en su apostura que si estuviera bien vestido, le juzgaran por persona de calidad y bien nacida. Pidió, en entrando, un aposento, y, como le dijeron que en la venta no le había, mostró recebir pesadumbre; y, llegándose a la que en el traje parecía mora, la apeó en sus brazos.

Por más prisa que se da el pobrecito, no puede llegar hasta el día 13. Viene jadeante, fatigado, los desnudos pies llenos de sangre por los picotazos de las zarzas. En el camino ha estado predicando á las aves y á los peces, y por eso no ha podido venir más pronto. Además, trae gran pesadumbre sobre sus manos, que sustentan un libro, y sobre el libro un divino Niño, que es el Redentor del mundo.

»Pero, a causa de soplar un poco el viento tramontana y estar la mar algo picada, no fue posible seguir la derrota de Mallorca, y fuenos forzoso dejarnos ir tierra a tierra la vuelta de Orán, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae sesenta millas de Argel.

»DOCTOR. Y por ventura señor Maestro, mandan nisperos los Priores de la farsa? Tan necesarios son de semejantes juegos como quantos ay. Apenas formará tales concetos nuestro primerizo, quando como platicos fulleros le irán mirando a las manos, ponderando las palabras, y el fin con que las dexare caer. Mas no es bien passar adelante sin alguna oposicion. Haced cuenta, que como Catedratico os poneis al poste; y va de argumento. Dezidme, quien os assegura que ningun Autor ha de ir a casa de Poeta incognito? Engañado vivis. Quiera Dios, que aun entrandoos por la suya, seays admitido, y que os toque vez tras muchos dias de pretenzion y agasajo. Esto mi Rey, no es componer comedias con arte, sino referir los estrechos por donde aveis de passar forçosamente; y asi concededme tantica atencion, y no os de pesadumbre lo que oyeredes. No ay en esta vida trance tan penoso como es la primera introducion y noviciado de un poetilla Comico. Los professores de esta mala secta, o son libres y determinados, o timidos y vergonzosos. Demos que la insolencia de los primeros no aya menester valedores, sino que ellos proprio motu se aparecen como Santelmo en la congregacion farseril. Suele el más alentado proponer al Autor, le quiere leer una comedia la mas famosa que jamas se presentó en teatro. Dize bellezas de la traza, sublima las apariencias, encarama los versos, y sube de punto los passos mas apretados de risa: y quierā, o no las circunstantes, comienza con abultada voz, y peregrino aliēto a publicar su encarecido papel. Advierte con grande pūtualidad las entradas y salidas, y particularmente las diferēcias de trages. Entre otras cosas no da lugar a q

Con estos antecedentes a la vista y lo que sabes de mis gustos e inclinaciones, ¿podrá chocarte lo más mínimo que con los enumerados elementos de diversión que hay en Peleches, y a ti te matarían de pesadumbre, me pase yo las horas sin sentirlas?

A lo que respondió don Quijote: -Ama, lo que Dios responderá a tus quejas yo no lo , ni lo que ha de responder Su Majestad tampoco, y sólo que si yo fuera rey, me escusara de responder a tanta infinidad de memoriales impertinentes como cada día le dan; que uno de los mayores trabajos que los reyes tienen, entre otros muchos, es el estar obligados a escuchar a todos y a responder a todos; y así, no querría yo que cosas mías le diesen pesadumbre.

Pero dejemos esto y acerquémonos a ella, pues nuestras conversaciones en voz baja, le causan gran pesadumbre. Efectivamente, Antoñita parecía estar inquieta, como si fuese presa de una viva desazón. Aproximáronse a ella, mas no lograron que se sentase de nuevo. Dijo que tenía que escribir una carta, y se retiró a su cuarto.