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Actualizado: 23 de junio de 2025
Al bajar del coche, junto al portal de su casa, Emma exigió que la ayudasen dos, que habían de ser Bonis y Minghetti; se dejó caer sobre ellos con todo su cuerpo, segura de no ser abandonada a su pesadumbre.
Otra serie: contentar una persona, para quien se trabaja el cuadro; y esto para que la persona pague una cantidad de dinero; y el dinero, ó para las necesidades del artista, ó para sus placeres. Otra: buscar en la pintura la distraccion de una pesadumbre; y esto para conservar la salud.
Veamos, pues, si la adquisición de tan pequeña cantidad de interés merece ser castigada con afrentas y martirizada con galeras; y así, otra vez digo que el señor alcalde se remire en esto, no se arroje y precipite apasionadamente a hacer lo que, después de hecho, quizá le causara pesadumbre.
Finalmente, conocieron y supieron como el pueblo corrido salía a pelear con otro que le corría más de lo justo y de lo que se debía a la buena vecindad. Fuese llegando a ellos don Quijote, no con poca pesadumbre de Sancho, que nunca fue amigo de hallarse en semejantes jornadas. Los del escuadrón le recogieron en medio, creyendo que era alguno de los de su parcialidad.
Demasiado sabes que te adoro...; pero no voy a inventar cosas graves por capricho. Bueno, cállatelo; luego dirás que me quieres. Don Juan puso cara de gran pesadumbre, lo más triste que pudo, y dejó caer la cabeza sobre el pecho.
Oyólo don Quijote y dijo: ¿Qué rumor es ése, Sancho? -No sé, señor -respondió él-. Alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco. Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien que, sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado.
Capítulo LXIV. Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido La mujer de don Antonio Moreno cuenta la historia que recibió grandísimo contento de ver a Ana Félix en su casa.
Ella no decía nada; pero algunas veces sentía una vaga pesadumbre al encerrar su cuerpo gallardo en aquellos hábitos austeros y tristes. Un día, sofocada con la lana negra de su corpiño, tuvo la tentación de ponerse uno de sus vestidos blancos de Luzmela. La falda estaba sumamente corta; el cuerpo muy estrecho.
Escribí a mi casa que yo no había menester más ir a la escuela porque, aunque no sabía bien escribir, para mi intento de ser caballero lo que se requería era escribir mal, y que así, desde luego renunciaba la escuela por no darles gasto y su casa para ahorrarlos de pesadumbre. Avisé de dónde y cómo quedaba y que hasta que me diesen licencia no los vería.
Como tenía al servicio de sus resoluciones una voluntad inquebrantable, mantuvo su promesa, y a pesar del bullicio, se engolfó en una conversación técnica con el señor Aubry. Después de comer, atravesaron el jardín para ir a bailar. Juan se esquivó. Anduvo errante por las barrancas, paseando su pesadumbre a los rayos de la luna, la dulce compañera de los tristes.
Palabra del Dia
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