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Actualizado: 10 de octubre de 2025


No se oía un rumor, pero de dentro de las piezas me seguía la tremenda angustia de mamá y mi mujer que esperaban el estampido. El perro se había ido. ¡Federico! exclamó mamá al sentirme volver por fin. ¿Se fué el perro? Creo que ; no lo veo. Me parece haber oído un trote cuando salí.

De seguro que por nada del mundo hubiera Juanito vendido a su perro. Así las cosas, una tarde del mes de agosto se paseaban por la carretera Juanito, Polonia su nodriza y el perro Fortuna. Don Salvador se había quedado en casa con el alcalde y el secretario del ayuntamiento, que habían ido a consultarle un asunto grave.

Ya no era su fisonomía enteramente la de un perro ratonero como de niño; había mejorado un poco; no mucho; la mejoría principalmente consistía en que andaba más limpio, sin mocos en las narices, ni repegones en las mejillas; aquel pelo indómito había conseguido, a fuerza de pomadas y cosméticos, domeñarlo, y lo llevaba aplastado sobre las sienes como los chulos.

Recrearos, : recrearos á costa de un semejante vuestro que hace el gato, el perro, el gallo, la gallina, el lobo, hasta el cocodrilo, si cupiera: no, mil veces no. Eso no es recreo, porque no es arte, porque no es humanidad, porque no es ni decencia.

Ella dijo que 55 no sabía porque nunca le había visto. ¡Cómo! dijo la vieja. ¿Te has casado y no conoces a tu marido? Esto no es posible. dijo ella; pues así lo pedía antes de casarse. Niña dijo la vieja. ¿cómo sabes si tu marido es un 60 perro o si es Satanás? Es necesario verle. Toma este fósforo; cuando tu marido duerma, enciende el fósforo, y le verás. La niña lo hizo así.

Ya se arreglarían las cosas de modo que no hubiera padres sin hijos, ni hijos sin padres. Con tu sistema dijo Sofía ya se arreglarían las cosas de modo que nosotros fuésemos padres de la Nela. ¿Por qué no? repuso Teodoro . Entonces no gastaríamos doscientos duros en comprar un perro, ni estaríamos todo el santo día haciendo mimos al señorito Lili.

Si don Eugenio ponía cara de perro a las peticiones, surgía la protesta en la rapaz parentela que tanto le quería. ¡Id allá, granujas! gritaba el comerciante . ¿Qué os debo yo para que vengáis a saquearme? Nada tengo que agradeceros, como no sea haberme abandonado en medio de esa plaza.

En sus enfermedades no se mueven á compasión, antes los abandonan con increíble ingratitud y los dejan en manos de la hambre y enfermedad; cosa que ni aun con las bestias usan; y fuera muchas veces entre ellos mejor ser perro que hombre, porque de ellos se compadecen y quitan la comida de la boca para sustentar una tropa de galgos.

De cuando en cuando se detenía, apoyaba una mano en su pecho oprimido, o la pasaba por su enardecida frente, o bien fijaba sus miradas en un pobre perro que le seguía, y que en aquellas paradas se acostaba jadeante a sus pies. «¡Pobre Treu! le decía , ¡único ser que me acredita que todavía hay en el mundo cariño y gratitud! ¡No: jamás olvidaré el día en que por primera vez te vi!

Acaso el agradecido perro la hubiera saludado más señaladamente desde lejos y a despecho de la fiesta, si no sintiera la mano de su señor, que según sus cuentas le mandaba quietud y silencio, y así todo quedó tranquilo.

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