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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Para el desastre hay que oponer el alma; a la indigencia abrir nuestro tesoro, y ahora que alumbra, en calma, el sol, los restos de aquel toro de oro que adoraba el taaleño como Israel el becerro en los vastos desiertos, lloremos por los muertos, por el hombre, el águila y el perro. También lloró el volcán.

Eso dijo uno un día, señalando al perro con una vuelta de cabeza, no sirve más que para bichitos... El dueño de Yaguaí lo oyó: Tal vez repuso, pero ninguno de los famosos perros de ustedes sería capaz de hacer lo que hace ese. Los hombres se sonrieron sin contestar.

Así que la niña descalabrada en la alameda notó la presencia del perro entre sus implacables ofensoras, por los ladridos del uno y por los gritos de las otras, contuvo su llanto, y con íntima complacencia, se volvió para presenciar los destrozos que el enfurecido animal parecía estar haciendo en las ropas y pellejo de aquellas mal aconsejadas criaturas.

Sin embargo de que no soy francés, haria cualquiera sacrificio á trueque de lograr que este pueblo no digiriera alegremente, que este pueblo no hallara goces al presenciar que un hombre se agacha, se pone en cuatro piés y ladra como un perro. ¡Contradicion inconcebible!

Ha de tener del perro el olfato, para oler con tiempo dónde está la fiera, y el ladrar a los pobres; y ha de saber dónde hace presa, y dónde quiere Dios que hinque el diente.

«Yo no lo que es, amiga mía; pero la ministra, de unos días a esta parte me ha preguntado como unas seis veces si la había visto a usted... 'Yo no voy me dijo ; pero hay que mirar algo por ella, y no abandonarla como a un perro'. Por esto me decidí a venir, y ahora me alegro, porque veo que usted me ha recibido, y que continuaremos siendo buenos amigos. Quedamos en que vendrá Quevedo.

El capataz afirmaba, con cierto orgullo, que su ahijado tenía carne de perro. A otro lo hubiesen hecho polvo con un balazo así: ¡pero, balitas a él, que era el mozo más valiente del campo de Jerez!... Cuando el herido abandonó la cama, acompañábale María de la Luz en sus vacilantes paseos por la explanada y los senderos inmediatos.

A sus pies había un perro, muy bien figurado, que llevaba entre los dientes una antorcha, al parecer encendida, con la cual, según el sueño de Santa Juana de Asas, abrasaba e ilustraba el mundo en amor y en conocimiento de Dios.

Pero en general preferían a esto hablar de animales: v. gr., del instinto de algunos, como el perro y el elefante, aunque siempre negándoles, por supuesto, la inteligencia: «el castor fabrica hoy su vivienda lo mismo que en tiempo de Adán; no hay inteligencia, es instinto». Hablaban también de la utilidad de otros irracionales; el cerdo, del cual se aprovechaba todo, la vaca, el gato, etc., etc.

El amo entonces extendia el palo, como para rechazar al animal, y el infeliz perro, al notar que su amo le amenazaba con el baston.... ¡Oh ejemplo que asombra! ¡Oh virtud que aturde! ¡Oh lealtad que debia dar vergüenza á los hombres!

Palabra del Dia

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