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Llegábame de todos a los hijos de caballeros, y particularmente a un hijo de don Alonso Coronel de Zúñiga, con el cual juntaba meriendas. Ibame a su casa los días de fiesta, y acompañábale cada día. Los otros, o que porque no les hablaba, o que porque les parecía demasiado punto el mío, siempre andaban poniéndome nombres tocantes al oficio de mi padre.

Tratábase del Padre Alesón, un fraile dominico de las dimensiones de un paquidermo antediluviano, a quien sus hermanos en religión y la grey parroquiana de la Orden llamaban la torre de Babel, por la estatura y porque sabía veinte idiomas: unos vivos, otros muertos y otros putrefactos. Acompañábale otro Padre innominado, de volumen normal entre religiosos, aunque excesivo para laicos.

El capataz afirmaba, con cierto orgullo, que su ahijado tenía carne de perro. A otro lo hubiesen hecho polvo con un balazo así: ¡pero, balitas a él, que era el mozo más valiente del campo de Jerez!... Cuando el herido abandonó la cama, acompañábale María de la Luz en sus vacilantes paseos por la explanada y los senderos inmediatos.

En el viaje que en 1455 hizo á Sevilla Enrique IV, El Impotente, acompañábale con su corte dicen los autores un número considerable de moros principales y ricos, los cuales gozaban de gran favor con el veleidoso monarca.

Acompañábale la embriaguez hasta en las funciones más difíciles de su profesión. Ocupaba muchas veces estando ebrio el atril de director. Los teatros empezaban a rehusar sus ofrecimientos. Su nombre no inspiraba confianza: antes bien, era acogido con risas ultrajantes.

Acompañábale el Despota su hermano, y Senacarib Ángelo, que este dia no quiso tener gente de guerra á su cargo, por hallarse ocupado en la defensa del Emperador, y tener cuidado de la seguridad de su persona. Reconoció Miguel sus escuadrones, y animados á la batalla, vinieron cerrando.

Que se suponia haber sido de plata el pavimento de la Maksurah, lo dice Al-Makkarí, loc. cit. VI, cap. Las incursiones de Almanzor en las tierras de los cristianos se repetian todas las primaveras, regresando á Córdoba para el invierno. Acompañábale á estas periódicas espediciones un numeroso cortejo de poetas y escritores, encargados de inmortalizar sus hazañas.

Iba el loco por las calles cubierta la cabeza con un bonete rojo: decíase predicador apostólico y canónigo de santa Catalina; acompañábale por lo general otro postulante, y en el lugar donde le parecía conveniente se detenía, y ya sobre una piedra ó encaramado en una ventana ó en otro lugar semejante alzaba el grito, no tardando en verse rodeado de un numeroso grupo de gente desocupada y maleante, la cual, si bien celebraba sus dichos, solía con frecuencia interrumpir los macarrónicos latines y los panegíricos de don Amaro, que contestaba con donosas puyas y desvergüenzas á sus interruptores, ó bien harta ya su paciencia, salía corriendo tras alguno armado de un par de piedras ó de un palo, sin que nunca, sin embargo, se diera el caso de agredir á nadie.

Llegábame de todos, a los hijos de caballeros y personas principales, y particularmente a un hijo de don Alonso Coronel de Zúñiga, con el cual juntaba meriendas. Íbame a su casa a jugar los días de fiesta y acompañábale cada día. Los otros, o que porque no les hablaba o que porque les parecía demasiado punto el mío, siempre andaban poniéndome nombres tocantes al oficio de mi padre.