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Actualizado: 27 de junio de 2025
Apenas me permito expresar una opinión cualquiera, todos los que me oyen aseguran ser de igual modo de pensar. Precisamente mi carácter ama la controversia y las disputas. Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y apasionado, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía.
Todos prorrumpieron en risas. Exacerbado con ellas el humor pendenciero de D. José, se puso éste como la grana, y uniendo el gesto impetuoso a la dicción enfática, añadió: «Porque usted se empeña en mancillar el honor de una joven de altísima familia, y yo no permito, ¿lo entiende usted?, no permito... ¡yo que soy su segundo padre...! Tiene razón dijo Miquis . Esto no puede quedar así.
»Con estos principios, permito a mi nuera que baje a la tertulia y platique con personas finas y juiciosas sobre asuntos profanos, porque una muchacha destinada al siglo y a dar lustre a una gran casa como la suya, no debe ser criada con aquel encogimiento y estrechez que tan bien sienta en la que sólo ha de vivir en su casa, bien reducida a un decoroso celibato, bien instruyéndose para servir a Dios en el mejor y más perfecto de los estados.
Le dejo toda la libertad compatible con las costumbres de la familia. Le tengo ordenado que a las siete venga a rezar el rosario conmigo. Pues hasta ahora no recuerdo que haya faltado un solo día. Por la noche le permito que vaya con sus amigos hasta las doce, salvo los domingos en que recibimos, o los días en que rezamos alguna novena. Jamás se ha quejado ni me ha contradicho en nada.
Yo asomé la cabeza por la ventanilla de la carroza, y al ver un animal monstruoso que adelantaba con una rapidez horrible por el sendero junto al cual estaba mi servidumbre, grité: Apartáos, caballeros, apartáos, yo os lo permito . Unos por miedo, otros por afición á la caza, se apartaron lejos ó siguieron al jabalí; don Rodrigo no se movió de junto á la portezuela, á pesar de que el jabalí pasó tan cerca de él que le hirió, aunque débilmente, el caballo, y quedó solo al lado de la carroza; toda mi servidumbre: picadores, monteros, guardias, se habían alejado.
Don José, un momento, dijo el hombrecillo; me permito recordar á usted el encargo de doña Cristina, ya que está aquí el señor doctor. Y como Sánchez Morueta pareciera no acordarse, el secretario se inclinó hacia él, murmurando algunas palabras. El millonario dudó algunos momentos mirando á su primo. Es un favor que te pide Cristina dijo con alguna vacilación.
Capitan Basilio se encargaba con mucho gusto y como quería tener propicio al militar para que no le moleste en las personas de sus trabajadores, no quería aceptar la cantidad que el alférez se esforzaba en sacar de su bolsillo. ¡Es mi regalo de Pascuas! ¡No lo permito, Capitan, no lo permito! ¡Bueno, bueno! ¡Ya arreglaremos cuentas despues! decía Capitan Basilio con un gesto elegante.
Rafael se mantenía de pie junto a la puerta, no sabiendo si ausentarse o hacerse visible, por respeto al amo. Siéntate, hombre ordenó magnánimamente don Luis. Te lo permito. Y como la gente se estrechase aún más, para hacerle sitio, la Marquesita se levantó llamándole. ¡Allí, al lado de ella!
Yo he tenido ciento veinte mil, señor, sin haber hecho nunca nada, ni bueno ni malo. ¡Y no me apartaré de las tradiciones de mis antepasados para obtener menos de la mitad! Me permito llamarle la atención, señor duque, sobre el hecho de que la familia Villanera es digna de tal alianza. El mundo no encontraría nada que decir. ¡No faltaría más sino que se me ofreciese un yerno plebeyo!
Soy, pues, mi querido cura, un manjar sabroso, delicado y suculento que será codiciado, solicitado y tragado en un abrir y cerrar de ojos, si es que lo permito. Pero tranquilizaos, no lo permitiré; no lo permitiré a menos que... Pero ¡chist! «Por último, señor cura, os diré sin explicaros el por qué, que aguardo el lunes con impaciencia.
Palabra del Dia
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