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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Al despertar todas las mañanas se sorprendía Anita con una sonrisa en el alma y una plácida pereza en el cuerpo. Las tías le permitían levantarse tarde, y gozaba con delicia de aquellas horas. Para ella su lecho no estaba ya en aquel caserón de sus mayores, ni en Vetusta, ni en la tierra; estaba flotando en el aire, no sabía dónde.
En este tiempo andaba con presteza Juntando Juan Ortiz mucha comida: El Sargento mayor vá sin pereza De los indios buscando la manida; Y tanto calor pone, y tal destreza, Que la miseria en breve fenecida, Que el indio tiene, deja y los buhíos Barridos de alto á bajo, y muy vacios.
En tanto que venia el sur bravoso, Huyendo con presteza su fiereza, El capitan Rui Diaz valeroso Caminaba el rio arriba sin pereza. Lloraran las mugeres sin reposo, Pensando ya fenece su belleza, Y que ha de ser á peces entregada, Y en vida só las aguas sepultada. Garay en una isla empantanada, Que dicen por renombre de la Espera, Tenia ya su gente rancheada; Del bergantin no sale gente fuera.
Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas.
No he sabido lo que te amo hasta esta tarde, en que creí que te ibas para siempre. La enferma movía con pereza una de sus manos y acariciaba la cabellera crespa de Maltrana, lamentándose de la forma aterradora de la crisis, como si ésta fuese un acto de su voluntad. ¡Pobrecito! decía lentamente ¡qué susto te he dado! Aún se te conoce en la cara; estás pálido, te tiembla la voz.
Pero se levantó en seguida: el frío del asiento le había llegado a los huesos; y sentía una extraña pereza su cuerpo, un egoísmo material que le pareció a don Víctor indigno de él y de las circunstancias.
Si no encontrase algún amigo de los que convidan a beber, ya hubiese muerto. Al despedirse del doctor dijo flojamente, con la pereza de una voluntad enferma y cobarde: Ya iré... iré cuando tenga dinero... cuando pueda llevarla algo. Creo que no morirá en seguida, que aún vivirá algún tiempo. ¿No crees tú lo mismo? Nogueras levantó los hombros con expresión de duda.
No os han enternecido ya los llantos Deste pueblo lloroso y afligido, Ni la sagrada voz de nuestros cantos? Antes creo que se han endurecido, Qual se puede inferir de las señales Tan fieras como aqui han acontecido; Nuestros vivos remedios son mortales, Toda es nuestra pereza diligencia, Y los bienes agenos nuestros males.
Añádase a esto que había conservado la mala costumbre de soñar despierta horas y horas en su lecho, antes de levantarse, y en tales deliquios de la pereza, así como en las frecuentes rachas de murria, Emma no toleraba la presencia de ningún semejante.
Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida.
Palabra del Dia
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