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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Este motivo me hizo sacudir la pereza e ir despacio, una mañana de noviembre, a la playa de las Ánimas. Fuí por el monte Izarra; quería recorrer aquel camino del acantilado que tantas veces pasé de niño, echar una ojeada a la cueva de la Egansuguía y recordar el olor de las aliagas y de los helechos, ya olvidado por mí desde la infancia.
El fin ha de ser proporcionado á los medios, y estos son las fuerzas intelectuales, morales ó fisicas y demas recursos de que se puede disponer. Proponerse un blanco fuera del alcance, es gastar inútilmente las fuerzas; así como es desperdiciarlas, exponiéndolas á disminuirse por falta de ejercicio, el no aspirar á lo que la razon y la experiencia dicen que se puede llegar. La pereza.
Doña Cristina iba á salir. Mamá, ya sabes mi encargo dijo Pepita. No lo olvido contestó la madre con sonrisa bondadosa. No debía hacerlo, porque la mentira siempre es un pecado; pero, en fin, puede mentirse cuando no es en perjuicio de tercero. Tiraré por tí del hilito, para que las buenas madres no se enteren de tu pereza.
Una que otra, bella noche de luna a la altura de los trópicos. El mar tranquilo arrastra con pereza sus olas pequeñas y numerosas; los horizontes se ensanchan bajo un cielo sereno. La soledad por todas partes y un silencio grande y solemne, que interrumpe sólo la eterna hélice o el fatigado respirar de la máquina.
Al fin su tenacidad había vencido la pereza tradicional de las distintas oficinas por las que tuvo que pasar su demanda. Mañana, gentleman, vendrán á afeitarle y á cortarle el pelo. ¿Dónde quiere usted que se realice la operación?... El prisionero prefirió el aire libre. Flimnap dió órdenes para la gran operación del día siguiente, poniendo en movimiento á la servidumbre del gigante.
Un palomo blanco revoloteaba a lo lejos en estos cuadros azules. Rafael sintió un desmayo de la voluntad, una invasión de entorpecedora pereza.
Pero una pereza de su voluntad le hacía considerar la vuelta á la patria como algo absurdo é inútil. Nada conservaba al otro lado del mar que tirase de él. Hasta había perdido toda relación con aquellos parientes del campo que albergaron á su madre.
La piedad huía de repente, y la dominaba una pereza invencible de buscar el remedio para aquella sequedad del alma en la oración o en las lecturas piadosas. Ya meditaba pocas veces. Si se paraba a evocar pensamientos religiosos, a contemplar abstracciones sagradas, en vez de Dios se le presentaba Mesía.
Acaso temía que ella olvidara a los que tenían derechos más antiguos. Encontraba así excusas al mal humor de Juan. Pero era su huésped, y no quiso guardarle rencor; viéndolo, pues, al entrar en el jardín, sentado sobre la hierba a los pies de la señora Aubry, se dirigió hacia él y le dijo con amabilidad: ¿Es por pereza por lo que no ha querido usted venir a escalar con nosotros los peñascos?
No hacía él las picardías por hacerlas, sino por el lucro; de modo que mientras su voz sirvió para el coro, cantó en calidad de ángel en la catedral, sin hacerse jamás reprender por su pereza o impericia, pues en el trabajo era asiduo, y su destreza en todo oficio que emprendía, extremada.
Palabra del Dia
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