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Actualizado: 17 de junio de 2025
Fortunata se estremeció desde el cabello hasta los pies... Su respiración fatigosa indicaba el afán de vencer las resistencias físicas que entorpecían la voz. «No necesita usted hablar le dijo la santa ; basta que manifieste su intención respondiéndome con la cabeza. ¿Perdona usted a Aurora...?». La moribunda movió la cabeza de un modo que podría pasar por afirmativo, pero con poco acento, como si no toda el alma, sino una parte de ella afirmase.
Entonces el Creador, compadecido, arroja en las olas una tabla: Esta tabla, que fragmento Es de un arca milagrosa, Y algún día podrá ser Sepas tú de quién es sombra, Te valga para que salgas, Salvando en ella las pocas Reliquias que de la vida Le van quedando á mi esposa, Que es la diferencia que hay En los duelos de la honra Entre Dios y el hombre, pues Si á los dos vengarse toca, Se venga uno cuando mata, Pero otro cuando perdona.
El viajero desciende con placer por aquellos planos inclinados, saludando á la Andalucía como una tierra de amor y prosperidad; y aunque se echa de ver que hay mucho aún que mejorar ó hacer, y que aquellas poblaciones están apénas en la infancia, se les perdona todo defecto en gracia de las cualidades que revelan.
Escucha la plegaria del poeta que a cantar se atrevió tu gran Misterio, que antes cantara el arpa del profeta, del ángel el salterio... Mas disculpa, Señora, mi osadía si me atreví a llegar a tu grandeza. ¡Qué madre no perdona una flaqueza...! ¡Perdona, Madre mía! Hijo de españoles, nació en la Habana el 6 de Marzo de 1874.
Vamos, cuénteme usted, que yo ia absuelvo en seguida. A las niñas bonitas se les perdona todo. Diciendo esto, miró de nuevo á Clara; pero ya no se sonreía: estaba serio, y había en su voz cierta agitación que ella no pudo notar. Cuidado, no se caiga usted dijo, extendiendo su brazo por la cintura de la huérfana, como si ésta hubiera tropezado.
Perdona, hermana y esposa del grandioso JOVE, si no soy de tu respetable opinión. Y tú, JÚPITER, visible tan sólo para los inmortales, sé propicio á mis súplicas.
Esta cualidad es la que menos fácilmente se perdona, cuando se entrevé que no proviene de ligereza, sino de tener un hombre el espíritu tan serio, que apenas halla cosa terrena y humana que merezca que él la considere con seriedad; por donde, en fuerza de la seriedad misma, nacen el desdén y la risa burlona.
19 Oye, Señor. Perdona Señor. Está atento, Señor, y haz; no pongas dilación, por ti mismo, Dios mío; porque tu Nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. 20 Aún estaba hablando, y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante del SE
A ver. ¿Quién te hirió? ¿Cómo? ABIND. Mi esposa, No es herida peligrosa. JARIFA. Todo lo quiero saber. ¡Ay de mí, que no era en vano El quejarte y suspirar Toda la noche! ABIND. Has de estar Atenta. JARIFA. Di, esposo, hermano. ABIND. ¿Tu hermano soy todavía? JARIFA. Fuése la lengua, perdona. ABIND. El trato antiguo la abona.
No perdona al cielo ni á la tierra, pero el suave bálsamo de su poesía sana también las heridas que hace.
Palabra del Dia
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