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Actualizado: 5 de junio de 2025


¡Ay, Periquillo del alma! gritó la anémica, que con su fino oído no perdía palabra . ¿Me dejas, eh? ¿Qué daño me ha de hacer eso? Ande usted, Miranda, interceda usted por . Hombre, alguna vez.... Puede que le sirva de alivio, distrayéndola. No haga usted caso, Gonzalvo.... Dice el señor Duhamel que no.... ¿quién lo sabrá mejor, el médico o ella?

Su aspecto externo era el de un hombre que ha tenido contacto con gente respetable, pero era sólo un barniz superficial, pues cuando perdía la calma y se agitaba, demostraba que era tan rudo como el tosco hombre de mar que tan repentinamente había expirado.

Muy rara vez se le veía en la biblioteca con un libro abierto; pero en cambio, por milagro perdía una sesión lo mismo de la sección de ciencias exactas, que de la de morales y políticas o literatura. Admiraba profundamente a casi todos los oradores, cuanto más campanudos mejor, y se enfadaba con Miguel cuando éste hacía burla de ellos.

Verdaderamente, Mauricio era muy indiferente ó muy orgulloso. ¡Qué! ¿No podía decidirse á venir al lado de su mujer? ¿Estaba tan ofendido por su partida en la noche de la boda? ¿No debía creer que no lo había hecho por su voluntad? Sin embargo, no perdía la esperanza. Observaba siempre al guarda en acecho y oía ladrar al perro feroz todas las noches.

» Simón continuó diciendo , no si es todo lo leal y sencillo que parece, o si de nuestro río revuelto ha logrado sacar las buenas ganancias que se le ven, y otras mayores que, según dicen, están ocultas; por de pronto, me consta que a tu padre le daba buenos consejos, y que él no quería tomarlos en consideración: tenía el pobre bastante bambolla, y esto le perdía.

Así que, mostrábase compasiva hacia todos los miserables, y no perdía ocasión de remediar sus necesidades con mano próvida. Todo el dinero que su padre le daba empleábalo en hacer limosnas. Visitaba, en compañía de Genoveva, las casas de algunos pobres, a los cuales aliviaba, no sólo con dinero, sino también con palabras de consuelo, atento que no sólo de pan vive el hombre.

Viendo que nada conseguía, se puso serio, tan extraordinariamente serio que parecía un hombre. La miraba con sus ojazos vivos y húmedos, expresando en ellos y en la boca todo el desconsuelo que en la humanidad cabe. Adán, echado del paraíso, no miraría de otro modo el bien que perdía. Jacinta quería reírse; pero no podía porque el pequeño le clavaba su inflamado mirar en el alma.

Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furia sobre su robusto y firme pecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelante boca de Rafael, poseído también de avidez rabiosa. Ya no canta el ruiseñor murmuraba el joven. ¡Ambicioso! decía riendo quedamente la artista. ¿Ya quieres oírle de nuevo?...

Con viva satisfacción nuestra, la maciza puerta de la torre no estaba cerrada: sólo tuvimos que empujarla para penetrar en un reducido vestíbulo, obscuro, obstruído por las ruinas y que podía en otro tiempo haber servido de cuerpo de guardia; de allí pasamos á una vasta sala casi circular, cuya chimenea conserva aún sobre su escudo las armas de las cruzadas; una ancha ventana abierta á nuestro frente y atravesada por la cruz simbólica, netamente cortada en la piedra, iluminaba la región interior de aquel recinto, en tanto que la mirada se perdía en la sombra incierta de las altas bóvedas casi hundidas.

Y después de estos razonamientos tan juiciosos, como doña Inés no pagaba a Juanita sino lo que cosía, y no le pagaba, para no humillarla, ni las horas que empleaba leyéndole libros ni el tiempo que perdía escuchando sus disertaciones, resultaba doña Inés, por obra y gracia de lo mirada que era, tenía lectora y auditorio y acompañante de balde.

Palabra del Dia

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