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Actualizado: 9 de noviembre de 2025
Y como aquellas gentes que, medio dormidas aún, creen salir de un sueño penoso haciendo algún movimiento violento, exclamó: ¡Que el infierno se lleve a Melia, a sus estúpidos consejos y a mí mismo por haber sido tan tonto en seguirlos! ¿He de dejarme intimidar por esas mojigangas, buenas para asustar a las mujeres y a los niños? ¡No, voto a tal! no se dirá que Kernok... ¡Ea! prometida del demonio, habla pronto; tengo que marcharme. ¿Me oyes?
Pero, dijera Mathys lo que dijera, la viuda, aniquilada, agotadas las fuerzas y las ideas, quedó abismada por su dolor, y sólo respondió por medio de suspiros y sollozos. El intendente la miró durante un rato, siguiendo con la mirada las lágrimas que caían de sus mejillas. Sacudió la cabeza contrariado, y pareció luchar con un pensamiento penoso.
Las niñas se habían retirado a descansar, fatigadas por el estertor incesante y penoso que las crispaba los nervios. Doña Manuela estaba inmóvil, pensando en la sima que se abría a sus pies y en la que iba a caer irremisiblemente, encontrando al final lo que tanto la asustaba: la miseria. Bien adivinaba ella el concepto en que ahora la tenían las familias amigas.
Recordando los pequeños detalles, las frases, los tonos de la voz y las miradas en las escenas críticas que le habían abierto una era nueva, sea dándole un conocimiento más profundo de las resoluciones y de las pruebas de este mundo, sea invitándola a algún pequeño esfuerzo de indulgencia o de adhesión penoso a un deber imaginario o real, ella se preguntaba continuamente si había sido censurable en algo.
¡Y te vas! exclamó mi tía Pepa. ¿Te vas y nos dejas? Es preciso. Comprendo que esto ha de ser muy penoso para ustedes.... Lo comprendo, ya he pensado en ello, pero ¿qué hacer? ¡Ahora que estamos solas, cuando Angelina acaba de irse... cuando después de tantos años de ausencia has vuelto a nuestro lado!
Se trata de un serio disgusto de familia, del cual, por desgracia, va Vd. a participar. Paz se acordó entonces repentinamente de que el hermano de su novio era cura. ¿Usted es el hermano de Pepe? le dijo con viveza. Efectivamente, señorita. Vengo a cumplir un deber muy penoso para el sacerdote y para el hombre. ¡Pronto, por favor, dígame Vd. lo que ocurre! ¿Le sucede a Pepe algo malo?
Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, tú lo viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca. Y ahora, ¿qué pasa?
Antes de ello, apenas me atrevía a abrir la boca delante de mi tía, excepción hecha de las veces en que el cura se hallaba como tercero entre nosotros; me imponía silencio antes de que hubiese concluido mi frase. Declaro que este proceder érame penoso en extremo, pues soy charlatana por naturaleza.
Penoso trabajo fué éste, pero quizá les animaba la venganza contra aquel torreón, donde muchos de los suyos hablan perecido entre tormentos ó de hambre: quizá se figurasen también que iban á encontrar un tesoro escondido. Entro con cierto temor por esta brecha: el aire interior, con el cual no se mezcla nunca un rayo de sol, me hiela antes de entrar.
Sí, respondió Jenny inclinando ligeramente la cabeza. Este papel no es el mejor de mi repertorio. Si viene usted á oirme la Traviata, le gustaré más. No lo creo, dije con atrevimiento. Me sería muy penoso ver á usted morir en escena. La cantante levantó la cabeza, fijó su mirada en la mía y dijo: ¿Por qué? Porque esa muerte me traería punzantes recuerdos. Jenny se echó á reír. ¡Ah!
Palabra del Dia
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