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El absoluto desprendimiento de ciertas cosas, ¿no permitiría alguna mirada sobre las lejanías de lo que no se confiesa? ¿Y cuál será el corazón bastante seguro de mismo para responder de que nunca se deslizará un recuerdo penoso entre la resignación, que depende de uno mismo, y el olvido, que sólo llega al cabo del tiempo?

He llegado ayer a Rieux, después de un viaje muy penoso y de haberme detenido en París algunos días. Desde Coulomiers a Rieux he tenido necesidad de hacer el viaje montada en un caballo de alquiler, conducido por un muchacho. Hacía un viento norte muy frío, y no creo que en Siberia pueda sufrirse tanto como yo he sufrido al atravesar aquellos montes nevados.

El invierno se ha pasado así, así; la primavera con más dificultad. Sin embargo, no hay lesión grave. Debilidad, anemia; esto es todo: sólo dificultad para vivir. Se les prescribe pasar el verano á orillas del mar. Gasto exorbitante para una persona de medianos recursos y poco acomodada. Penoso viaje para una ama de casa. Ruda separación, sobre todo, tratándose de dos esposos que se quieren.

Yo no digo nada contestó Ferpierre, encogiéndose de hombros y bajando la vista a los papeles que estaban en la mesa. ¡El amante de usted ha confesado ser él mismo el asesino! Al evitar la mirada de la joven, obedecía el magistrado a dos impulsos diversos. Era penoso para su rectitud emplear la mentira por descubrir la verdad.

Se cree que el rey lo puso allí para honrarle en muerte. Había una vez un hombre que cortaba piedras de una roca. Su trabajo era largo y penoso, y muy mezquino en su salario, por lo que suspiraba tristemente. Un día, cansado de su ruda tarea, exclamó: ¡Oh! ¿Por qué no seré yo bastante rico para pasar la 5 vida tumbado sobre un blando lecho, provisto de cortinas que me libren de los mosquitos?

Rafael mostrábase entusiasmado por la noticia. ¡Había hablado de él! ¡No olvidaba aquel encuentro de penoso recuerdo!... ¿Qué hacía aún allí, inmóvil, en el puente, cuando allá abajo estarían necesitando la presencia de un hombre? Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes; la que mi padre encargó a Valencia para regalármela. Costillaje de acero; madera magnífica; más segura que un navío.

Las quejumbrosas notas del acordeón se elevaban y descendían junto a la vacilante fogata del campamento con prolongados gemidos y frecuentes intermitencias. Pero como la música no alcanzaba a llenar el penoso vacío que dejaba la insuficiencia de alimento, Flora propuso una nueva distracción: contar cuentos.

Luego, en el penoso silencio, las dos desesperaciones formularon la misma pregunta, como si interrogasen á las sombras del futuro. «¿Qué será de ?», murmuró el hombre. Y como un eco, los labios de ella repitieron: «¿Qué será de Todo estaba dicho.

Un líquido amargo empezaba á introducirse por su boca... Realizó un penoso esfuerzo para mantenerse en posición vertical, mirando de nuevo el cielo... Ya no era azul obscuro: era de tinta negra, y todas las estrellas rojas como gotas de sangre. Tuvo de pronto la certeza de que no estaba solo, y bajó los ojos... ; alguien estaba junto á él. ¡Era una mujer!...

Y después de estas mutuas explicaciones quedaron los dos en silencio, mirándose indecisos, no sabiendo qué decir, pero sin dejar de sonreirse. ¡ haciendo tu cama! dijo él para romper el penoso mutismo. Ya lo ves. Esto resulta algo diferente de mi dormitorio de París. Tampoco es mi «estudio» que conociste. ¡Los tiempos nuevos! Miguel movió la cabeza con grave asentimiento.