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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Nada de promesas, pero si reúno suficientes materiales lo haré. No se puede pedir más dijo Roberto. ¡Qué materiales ni qué calabazas! exclamó Rosa, haciendo un gracioso mohín. Pero no cedí, y tuvo que contentarse con aquella promesa condicional. Por mi parte, hubiera apostado cualquier cosa a que mi excursión veraniega no daría por resultado ni una sola página.
Es probable que nada de esto fuera objeto de aquellos íntimos debates: no hacían sus voces otra cosa que expresar mil inquietudes interiores, pintar ciertas turbaciones del espíritu, formular preguntas intensamente apasionadas, cuyas réplicas aumentaban la pasión; confesar secretos, cuya profundidad crecía al ser confesados; hacer juramentos, manifestar ciertas dudas, cuya resolución daba origen á otras mil dudas; pedir explicaciones de misterios, que engendran misterios sin fin; explicar lo inexplicable, medir lo infinito, agotar lo inagotable.
Pido la palabra dijo el que estaba a su lado. ¿Quién diablos se la ha de dar a Vuestra Excelencia dijo entonces el presidente amoscado, si nadie la tiene? Recuerdo a Su Excelencia dijo el notario, que en el orden del gobierno de Su Majestad Imperial no se puede pedir la palabra, y que es frase mal sonante: o hablar de pronto, o no hablar.
Sí; un buen negocio que valía la pena de ser estudiado detenidamente; la explotación de una nueva industria. Casi habría que pedir patente de invención, para evitar las imitaciones.
Esta mala broma viene prolongándose varios años; y yo, que vivo en Europa, cada vez más pobre, estoy pagando una guerra interminable al otro lado de la tierra. A pesar de que el príncipe nunca se había ocupado de sus propios negocios, quiso darle consejos. Debía ir allá; pedir protección; ella había nacido en los Estados Unidos.
Esteven dijo que iría al Ministerio y haría que Eneene destituyera a don Pablo Aquiles. ¡Eso, eso exclamó la señora, que les corten los víveres y que vayan a pedir limosna! Pasado el chubasco, Susana consiguió aplacar los ánimos y obtuvo la promesa de que nada se intentaría contra la desgraciada familia.
Hablo de la exagerada obligación en que se creen los gobiernos de proteger á sus súbditos en país extraño y de pedir, hasta con amenazas, que reciban indemnización de perjuicios que se les causen ó pérdidas que tengan.
Tres veces le dio en su palacio la vuelta a la cama de su mujer y de su hijo, como si fuera un altar, y sollozó: y sintió como que el corazón se le moría en el pecho. Pero se fue, en lo oscuro de la noche, al monte, a pensar en la vida, que tenía tanta pena, a vivir sin deseos y sin mancha, a decir sus pensamientos a los que se los querían oír, a pedir limosna para los pobres, como el monje.
Una vez adentro, podía tocar el botón eléctrico que se le antojase, para pedir a un ujier lo que tuviera por conveniente; pasear en el salón que mejor le pareciese; sentarse en el diván más cómodo; escribir en los gabinetes al efecto; pedir en secretaría el expediente más difícil de hallar, y en el archivo el libro más extraño; en fin, hasta beber, de balde, un vaso de agua con azucarillo en la cantina de la casa.
Pues bien, señora profirió el joven derramando un torrente de lágrimas. Para pedir ese dinero he usado del nombre del padre Laguardia. ¿No ve usted bien claro ahora que soy un perverso? Ese es un pecado, hijo, pero ya sabe usted que el justo peca siete veces al día. Si usted está arrepentido, Dios en su infinita misericordia...
Palabra del Dia
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