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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Vaya si existía. Lo que tiene es que entonces el novio o el marido, a quien yo le consagraba, era soñado, hecho a pedir de boca, relleno de perfecciones. Los chiquillos, que me fingía y me finjo aún, son unos querubines. Por mucho que valga Pepe Güeto, pierde cuidado que no valdrá, ni con cien leguas de distancia, el marido que yo soñé.
Los dos jóvenes miraron instintivamente hacia el cementerio como queriendo pedir a aquella tumba el valor que les faltaba; pero ambos guardaron un religioso silencio. ¡Ea! dijo el doctor. Ya escucho. Comienza tú, Antoñita. ¡Pero, tío!... suplicó la joven con embarazo. Ya comprendo, Antoñita repuso Amaury, abandonando su asiento. Perdone usted; me retiro.
¡Rubia! exclamó muy turbado. ¡Tiene un ligero acento francés y se ha teñido de rubio! ¡Vamos! querido, ya verá usted cómo todo le sale á pedir de boca: Jenny resultará, de fijo, una verdadera morena y una falsa americana... Pero baja el telón. Vamos al escenario, si usted quiere; hablaremos con la prima donna y la invitaremos á cenar.
Si nosotros lo conseguimos, si al fin pudimos lograrlo y convertirlo en una realidad, ¿por qué pedir más? Siempre me he dicho esto a mí mismo, y realmente no he pedido mucho más.
Al llegar a la mayor edad le vino la idea de pedir cuentas a su tío: había observado en los últimos tiempos ciertas dificultades tocantes al númerario, que le hicieron entrar en sospechas.
Tan turbado estaba D. Rodriguín, que las primeras palabras salidas de su boca fueron un latinajo incomprensible. No acertaba a pedir socorro en castellano ni a expresarse tampoco en vulgar latín.
Posee don Juan la envidiable cualidad de hablar y pedir a cada una según quien ella es, y con arreglo al momento en que solicita y suplica.
Tu madre está loca decía algunas veces a Juanito en la puerta de Las Tres Rosas . Si esto sigue más tiempo, todos iréis a pedir limosna. ¡Ah, qué cabeza...! ¡Parece imposible que sea mi hermana! Para ella lo principal es aparentar, y del mañana que se acuerde el diablo. Lo que yo digo: «arroz y tartana...» y trampa adelante.
Lo absurdo y lo indisculpable fuera en mí, que no pido ni puedo pedir en estas soledades agrestes las óperas del Teatro Real, ni los salones del gran mundo, ni los trenes lujosos de la Castellana, exigir a estos pobres campesinos la elocuencia de nuestros grandes tribunos, las habilidades de nuestros políticos y el saber de nuestros doctores y académicos.
¡Absolutamente! replicó Pedro sonriendo . Solamente vengo a pedir a usted un favor un tanto enojoso... ¿Podría hablar a usted un momento a solas? La vizcondesa echóle sorprendida y curiosa mirada. ¡Entremos! replicóle después. ¿Puedo cerrar las puertas? preguntó el marqués. ¡Ciertamente! Pierrepont cerró las ventanas sentándose a algunos pasos de la vizcondesa.
Palabra del Dia
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