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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
He ido a pedir a Su Majestad la orden de Calatrava, que me ha rehusado, y es la sola que me falta... Esto es una injusticia. El oficial de guardias me dijo que el Rey no recibía a nadie, pues Su Majestad está enfermo. Y grandes y pequeños quedamos asombrados.
Pero yo, que estaba más cerca que él de la fiera y mereciendo los honores de su mirada rencorosa como si a mí solo quisiera pedir cuentas de los horrores cometidos allí con su familia, sin hacer caso de consejos ni de mandatos, apunté por encima de Canelo, que defendía valerosamente la entrada y a riesgo de matarle, disparé un cañón de mi escopeta.
Ninguno de los jóvenes que la rodeaban tenía su elegante presencia. ¿Qué más podía pedir? ¿No sería muy agradable pasearse por el mundo del brazo de tal marido? Diana tenía razón; era verdaderamente chic. En los momentos en que se preparaba el cotillón, alguien vino a decirle a Huberto: La señorita Alicia de Blandieres lo espera en el salón azul. Huberto se aproximó a María Teresa.
¿Qué me importa? Nadie más soberbia que yo, y me humillaré, sin embargo, y besaré el suelo, si es preciso; se trata de Quilito que, por mi boca, va a pedir lo suyo. Para mí nada quiero: cáscaras comería, antes que poner los pies en esa casa. Y si nada consigo, me quedará la conciencia tranquila, por haber tentado todos los medios de salvarle.
¿Dónde has estado? dijo doña Clara. Casa del duque de Lerma. ¡Oh! sí dijo doña Clara con toda la fe de su alma , no podía ser otra cosa; me habían engañado horriblemente. Quevedo dejó á los dos esposos en libertad de explicarse, y con uno de los vecinos de la casa envió á pedir dos sillas de manos.
Estas memorias le despertaron una idea muy importante. Diga, Máximo.... ¿le parece que mi mujer podrá criar? Máximo se echó a reír, saboreando el ron. No pedir gollerías, señor don Pedro.... ¡Criar! Esa función augusta exige complexión muy vigorosa y predominio del temperamento sanguíneo.... No puede criar la señora.
Se deshacía, se derretía en amor divino, rompiendo muchas veces en exclamaciones de entusiasmo, en frases incoherentes, como si estuviera loca. Y con esto, su humildad y sumisión tan perfectas, que bastaba una mirada de su confesor para confundirla, para hacerle temblar y pedir perdón por los actos más inocentes.
Nosotros mismos no nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de poético y de nacional, que nos agrada. Nos contentaríamos con ciertas reformas, si fueran posibles. Casi nos contentaríamos con que no muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte. En cuanto a los bufos, que, según hemos dicho, tienen hoy más enemigos que los toros, ni reforma ni nada pedimos.
Hacia los extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de sí mismas que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los nombres de los protagonistas.
No marcha más rápidamente la humanidad. Al contrario, aun me parece que marcha con mayor lentitud; pero adelanta al fin, y eso es lo único que podemos pedir al Destino.
Palabra del Dia
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