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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Ramiro sabía harto bien lo que aquello significaba, y tembló por la doncella, ante el pavoroso recurso de la hechicería. Esa misma tarde, paseándose con el Canónigo por la plazuela de la catedral, refiriole Ramiro, por primera vez, su entrada en la casa de los moriscos y el comienzo de su aventura con Aixa, como si todo acabara de suceder.
Díjole también el encuentro de Jesús con la calavera, leyenda antigua, con olor de osamenta y color de otro mundo, importuna como la muerte. «El recontamiento de la doncella Carcayona» era a la vez deslumbrador y pavoroso.
La Teodora, a la caída de la tarde, miraba a la ventana, indicando a su nuera que se asomase. Sicobelate a la parlacha y veas si tu marío está por ahí. Se iban las gitanas, pero al verse solo Maltrana con Feli, aumentaba su tristeza, como si viese con más claridad lo pavoroso de su situación. Ya había llegado la época tan esperada por él.
El amigo Gómez murmuró, como si empezase a perder la fe en el maestro: ¡Cuánta ceremonia para matarse dos hombres!... ¡Qué macana!... Isidro estaba conmovido realmente, con una emoción algo parecida al miedo. Estos desafíos arreglados a la ligera, por salir del paso, resultaban muchas veces los más trágicos. Un pavoroso presentimiento le avisaba que los proyectiles no iban a perderse.
Forman cerrada techumbre en el espacio las flechas despedidas por los indios con vigorosa destreza, y de las finas corazas el temple ponen a prueba, hasta parecer dudoso lo eficaz de su defensa; llegan, hieren y rebotan sin un instante de tregua y es pavoroso redoble el que sin cesar resuena, imitando el que produce de granizo nube espesa, cuando los vidrios azota con iracunda violencia.
Las faldas de los montes aparecían desgarradas: lo que en otros tiempos era suave declive, asustaba ahora con el pavoroso corte del despeñadero. Habíase cambiado el curso de las aguas; las antiguas fuentes admiradas por los ancianos escapábanse ahora con rezumamiento fangoso por las angostas galerías que perforaban las pendientes.
La estraña singularidad del suceso, el respeto imponente del lugar sagrado, el pavoroso aparato funeral, y la melancólica gravedad de todos los semblantes, dejaron absortos a cuantos se hallaban en el templo: Azagra, esposo de Isabel, procuró entonces quitar de esta toda sospecha y refirió en voz alta el trágico suceso de su casa en la noche precedente.
Alí-Pachá, que combatía como un león irritado con trescientos genízaros, cayó al fin por una pelota de arcabuz que en la frente le hirió. Arrojáronse sobre él los castellanos, y un soldado cortole la cabeza, y en la punta de una pica la puso, como guión sangriento y horrible señal de la victoria. Ya gran número de navíos infieles ardían y se hundían con pavoroso estrago en las ondas.
El fenómeno era producto de un trastorno nervioso, de un estado histérico, sometido al influjo de un orden de sentimientos muy distintos: los enumerados ya, y un recelo pavoroso de lo desconocido. Su afecto de hija no profundizaba más que lo que da de sí el hábito de vivir en comunidad, no muy íntima, con otras personas.
Luego, desnudando la hoja despaciosamente, y clavando los ojos en la arábiga inscripción que el hierro tenía, púsose a temblar con todo su cuerpo, como quien ve levantarse ante sí pavoroso fantasma. El lacayo volvió, y quedose alzando la antepuerta. La madre no tuvo más tiempo que el de alargar el arma a su hijo y echar sobre las ascuas algunos granos de incienso que sacó de su escarcela.
Palabra del Dia
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