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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Veía Doña Francisca con gozo la irrupción del reino vegetal en su triste morada, y ante tanta belleza, sentía emociones propiamente infantiles, como si al cabo de la vejez volviera a jugar con los nacimientos. «¡Benditas sean las flores decía, paseándose por sus encantados jardines , que dan alegría a las casas, y bendito sea Dios, que si no nos permite disfrutar del campo, nos consiente, por poco dinero, que traigamos el campo a casa!».
Algunos hablaban de política, paseándose por los corredores; la juventud de ambos sexos, sentada junto a las flores, charlaba y reía, como si la tierra sólo produjese flores, y el aire sólo resonase con alegres risas. La condesa, medio recostada en un sofá, se quejaba de una fuerte jaqueca, que, sin embargo, no le impedía estar alegre y risueña. Era pequeña, delgada y blanca como el alabastro.
Entretanto, ciertas personas más graves y de mayor autoridad, como desdeñándose de participar de aquellos entretenimientos, o comunicarse con tales gentes, buscaban separadamente su recreación, paseándose por cierta senda muy sombreada de árboles y apacible por todo extremo.
Volvíme a la posada y al pasar por la tripería pedí a una de aquellas mujeres, y diome un pedazo de uña de vaca con otras pocas de tripas cocidas. Cuando llegué a casa, ya el bueno de mi amo estaba en ella, doblada su capa y puesta en el poyo, y él paseándose por el patio. Como entro, vínose para mí. Pensé que me quería reñir la tardanza, mas mejor lo hizo Dios. Preguntóme dó venía.
La Groenlandia no les sedujo: ellos no iban en busca de tierras, sino del mar y de los parajes frecuentados por la ballena. Todo el Océano la sirve de refugio, paseándose por él, especialmente en alta mar. Cada especie da la preferencia á cierta latitud, á una zona de aguas más ó menos fría. He aquí lo que trazó las grandes divisiones del Atlántico.
En el cuadrante un clérigo melancólico, pensativo, fumando, como un árabe delante de su tienda; en el corredor baja de las Casas Municipales un policía haraposo, con el fusil al hombro, paseándose; y allá por la Calle Real, centro del miserable comercio villaverdino, una recua, un pordiosero, y el doctor Sarmiento, muy de prisa, echado el sombrero hacia la nuca; figura invariable, tipo eterno del médico de las poblaciones cortas.
Aquel granuja de la calle era capaz de subir, de prosperar, de hacerse rico, de casarse con su hermana y de considerar todo esto lógico, natural... Era una desesperación. Carlos hubiera gozado conquistando a la Ignacia, abandonándola luego, paseándose desdeñosamente por delante de Martín; y Martín le ganaba la partida sacando a la Ignacia de su alcance y enamorando a su hermana.
Hace más de ocho años que soy catedrático, continuó el P. Fernandez paseándose, y he conocido y tratado á más de dos mil y quinientos jóvenes; les he enseñado, los he procurado educar, les he inculcado principios de justicia, de dignidad y sin embargo, en estos tiempos en que tanto se murmura de nosotros, no he visto á ninguno que haya tenido la audacia de sostener sus acusaciones cuando se ha encontrado delante de un fraile... ni siquiera en voz alta delante de cierta multitud... ¡Jóvenes hay que detrás nos calumnian y delante nos besan la mano y con vil sonrisa mendigan nuestras miradas! ¡Puf! ¿Qué quiere usted que hagamos nosotros con semejantes criaturas?
En las noches de luna vagaba por el claustro un espectro blanco, el alma de un fraile maldito que aguardaba la hora de la redención paseándose por el lugar de sus pecados. Allá marcharon los fugitivos un día lluvioso de invierno, azotados por el aguacero y el huracán, siguiendo el mismo camino que ahora seguía Febrer, pero un camino antiguo que sólo tenía de tal el nombre.
Un día todavía no tenía más de diez años, paseándose con un camarada de su misma edad, se acercaba a una estación de ferrocarril.
Palabra del Dia
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