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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Sin embargo, es curiosísimo el visitarlo, porque paseándose sobre su seco cauce, se puede estudiar detenidamente la acción del curso de las aguas. Un pequeño sendero que los surcos del labrador destruye cada otoño, y que el tránsito de los caminantes marca de nuevo muy pronto, serpentea sobre la ribera del barranco.

Don Eugenio me lo ha contado, y don Eugenio no dice una cosa por otra. ¡Bribona! ¡Bribonaza! tartamudeó el señorito, iracundo, paseándose por la habitación aceleradamente.

Quien no ha visto una nube blanca, un árbol, una flor, el agua corriendo, un niño, el rocío, un corderito, la luna paseándose tan maja por los cielos, y las estrellas, que son las miradas de los buenos que se han muerto.... Mal podrán ir allá arriba si se quedan debajo de tierra echando flores. ¡Miren el sabihondo!

Paseándose por recientes derrumbaderos ó junto á los montones de tierra traídos desde lo alto de las montañas por las aguas torrenciales, el botánico observa frecuentes perturbaciones en la distribución de las tribus vegetales. Esos fenómenos le interesan, porque, á fuerza de estudiar las plantas, se acaba por simpatizar con ellos.

Los niños, demasiado tiernos para comprender por qué aquella mujer se encontraba separada del resto de sus semejantes, se arrastraban lo más cerca posible para verla ocupada con su aguja sentada á la ventana de su cabaña, ó de pie á la puerta de la misma, ó trabajando en el jardincito, ó paseándose en el sendero que conducía á la población; y al contemplar la letra escarlata en el seno de su vestido, emprendían la carrera con un temor extraño y contagioso.

-Yo se lo diré -respondió Sancho-: los años pasados estuve un mes en la corte, y allí vi que, paseándose un señor muy pequeño, que decían que era muy grande, un hombre le seguía a caballo a todas las vueltas que daba, que no parecía sino que era su rabo. Pregunté que cómo aquel hombre no se juntaba con el otro, sino que siempre andaba tras dél.

Ramiro sabía harto bien lo que aquello significaba, y tembló por la doncella, ante el pavoroso recurso de la hechicería. Esa misma tarde, paseándose con el Canónigo por la plazuela de la catedral, refiriole Ramiro, por primera vez, su entrada en la casa de los moriscos y el comienzo de su aventura con Aixa, como si todo acabara de suceder.

Estaban sentados en rueda y a la hora la mayoría cantaba ya. Llegó mediodía y pasó la siesta. A las cuatro, la brisa cesó y las velas cayeron. Un marinero se acercó a la borda y miró el mar aceitoso. Todos se habían levantado, paseándose, sin ganas ya de hablar. Uno se sentó en un cabo y se sacó la camiseta para remendarla. Cosió un rato en silencio. De pronto se levantó y lanzó un largo silbido.

Aquí el Sofista dice: Yo niego esa experiencia; mas el otro asegurado por la repeticion de los hechos, no puede menos de reirse como reía Diógenes quando estaba paseándose, para rechazar á Zenon que decia, que no habia movimiento. De lo dicho se deducen dos cosas certísimas, y es necesario observarlas para no caer en el error.

Los canarios, jilgueros y tordos de su pajarera, que hacían demasiado ruido, fueron encerrados bajo llave, para que no llegasen sus cánticos profanos al tocador-oratorio de la Regenta. Se acostumbró don Víctor de tal modo a hablar en voz baja, que hasta en la huerta, paseándose con Frígilis, eran sus palabras un rumorcillo leve.

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