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A algunas solía desnudarlas de medio cuerpo arriba, les untaba con miel el pecho y la espalda y las emplumaba; a otras les cortaba el pelo o lo untaba de brea y luego se lo pegaba a la espalda. Ande usted, señora dijo Martín , que no les pasará nada. Pero, ¿adónde? preguntó ella. A la posada, que está aquí cerca. La joven nada dijo, pero lanzó a Martín una mirada de odio y de desprecio.

De todos modos, no pasará mucho tiempo sin que yo sepa la verdad. Entre tanto vamos á pasar una mala noche por ver á mi hermano, y no nos detengamos, ya que hay que saber otro secreto importante, porque la muerte no se espera á que uno despache sus negocios. Pensando esto entraba por la puerta de las caballerizas reales. ¡Hola, eh! dijo desde la puerta de una cuadra ¡los palafraneros de guardia!

Si hablas, dejo la casa, me marcho, huyo... Bueno, está bien, no diré nada. Adiós, Juan. Dentro de algunas horas estaré lejos; abracémonos, pues pasará mucho tiempo antes que nos veamos. Te deseo un feliz viaje, mi querido Jaime. Se unieron en estrecho abrazo.

Quién sabe, don Melchor... Anastasio es un hombre malo... muy malo... ¿Teme usted que le haga algo? Por ... no... don Melchor... y aunque me hiciera... aunque me matara... ¿yo qué valgo?... Anastasio se guardará muy bien de pensar en venir aquí a buscarla... y con el tiempo se le pasará todo. ¿Usted cree, don Melchor? Esté segura, Ramona... no le hará nada... no tema.

Pues yo venía á avisárselo á ustedes para que evitaran que otra vez pasara. Es el caso que en la buhardilla de la casa en que yo vivo hay una puertecilla que da á la buhardilla de esta casa. La cara que pusieron las Porreñas no cabe en ninguna descripción.

En momentos en que no podía oírnos me dijo Andrés: Las señoras están muy tristes porque te vas, tan tristes que ni el sol las calienta. Pero no tengas cuidado; no tengas cuidado.... Ya se les pasará la aflicción. Luego prosiguió en alta voz: Oye: ¿y no sabes montar a caballo, verdad? Ya me parece que te veo. ¡Qué figura!

No por mil francos, no por un millon de francos, consentirian los ingleses que pasara á manos de extranjeros un baston de cualquiera de sus personajes históricos. Si yo no codiciara en este mundo otra cosa que un talego de oro, me consideraria feliz poseyendo un baston de Cromwel, de Milton, Shakspeare, de cualquier Richelieu inglés, ora político ó literario.

En los baños de Quinto se acabó de curar...». Despidiose el susodicho tan contento por llevarse su dinero como afligido por el percance de D. Francisco. A Isabelita, que estaba triste, afectada y sin ganas de comer, la mandaron a casa de Cándida para que pasara allí todo el día jugando con Irene y otras niñas de la vecindad.

Isidora fluctuaba entre el reír y el temer. Se reía y estaba pálida. Después sintió frío. «Yo bien lo que pasará cuando usted llegue al fin de su camino prosiguió él . En vez de quererme entonces como ha prometido, me despreciará... ¡Será usted entonces tan superior a !...». La perfidia en estas palabras era tanta, que no cabía debajo de todos los pliegues del disimulo.

No crea en esas sacudidas me dijo Zapiola con aire tranquilo y serio. Casi nunca se sabe al principio lo que pasará o se hará después. Yo tengo en mi matrimonio una novela infinitamente más complicada que la suya; lo cual no obsta para que yo sea hoy el marido más feliz de la tierra. Oigala, porque a usted podrá serle de gran provecho.