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Mi querido amigo, dijo el magistrado; todo eso es pura novela y no realidad. Usted sueña despierto. Eso pasará. Pero permítame usted decirle que si por una gran casualidad consiguiera reunir pruebas suficientes de lo que dice, podría jactarse de producir una sensación extraordinaria.

»Díjele que se pasara muy pronto por la mía, donde era más necesario que en ninguna otra, y nos separamos despidiéndonos «hasta luego». »¡Guzmán!..., la única criatura de cuantas hollaban la tierra, que me parecía más criminal que yo!, ¡el hombre que merecía, en buena ley, que llovieran sobre él solo todas las amarguras que habían entristecido mi hogar!

Desde tierra he visto el barquichuelo este varias veces, unas quieto y otras andando... ¡y qué andar, caray! Vamos, ocasión hubo de volver la cabeza... por no verlo... Es la verdad, , señor, ¡caray! ¡Digo, y eso usted, que es pez de la mar!... Pues ¡qué me pasará a que soy de los secanos de Astorga?

Y Filipinas sin fraile y sin indio, ¿qué le pasará al pobre gobierno en manos con los chinos?» ¡Comerá torta de cangrejos! contestó Isagani á quien le aburría el discurso de Pecson. ¡Y es lo que debemos hacer! ¡Basta de discursos!

Trascurrieron unas cuantas semanas sin que la situación variase notablemente, pero sin que a Pepe le pasara inadvertido el menor detalle de lo que ocurría.

Esperad, voy á alumbraros y á guiaros, fray Luis; ¡bah! eso pasará, nos entenderemos y seremos los más grandes amigos del mundo. ¡Ah, ah! te quedas aquí, hija mía. No llores, que no hay para qué. Vamos, padre Aliaga. El bufón salió y cerró la puerta exterior. Después de cerrarla se detuvo.

Contestaba a los saludos como si tuviese el alma puesta en ellos, doblando la cintura y destocándose como si pasara un rey; y a veces ni veía al que saludaba. Este fingimiento era en él segunda naturaleza. Tenía el don de estar hablando con mucho pulso mientras pensaba en otra cosa. Doña Paula había vuelto a entrar en el despacho de su hijo. Registró la alcoba.

«¿Quién hace caso de la imaginación? prosiguió él, oyéndose, y muy satisfecho del efecto que creía causar . Cuando la loca le alborote a usted, no se por entendida, hija. ¿Haría usted caso de una persona que pasara ahora por la calle diciendo disparates? Pues lo mismo es, exactamente lo mismo. A la imaginación se la mira con desprecio, y se hace lo contrario de lo que ella inspira.

Sentóse cerca de mi tía, y mientras conversaba con nosotros y bromeaba con Angelina estuvo observando a la enferma. No hay cuidado.... repetía. ¡Esto pasará, pasará!.... Es un accidente penoso, pero que no debe preocuparnos. Vamos, mi señora doña Carmen: ¡ánimo, ánimo, que ya todo pasó! ¿Dónde está ese valor famoso? Veamos esa lengua.... ¿Y el apetito? ¿Bien? Pues ¡calma, y valor, valor!

Salvo algunas escaramuzas sin importancia en que tomó parte durante la primera guerra, civil, la historia militar de nuestro país no le dijo nunca «esta boca es mía». Pero pasará a la posteridad por los célebres dichos de la espada de Demóstenes, la tela de Pentecostés y el alma de Garibaldi, por aquello de ir a la Habana haciendo escala en Filipinas, con otras cosillas que, coleccionadas por sus subalternos, forman un delicioso centón de disparates.