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Actualizado: 2 de junio de 2025


El desprecio de la Naturaleza y del hombre es la ley suprema de la conciencia; la contemplación de lo divino el solo cuidado del entendimiento; la fe en Dios o la confianza en los que le representan, la única luz que alumbra la pasajera pero densa tiniebla de la vida.

-Peor será esto que los molinos de viento -dijo Sancho-. Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. -Ya te he dicho, Sancho -respondió don Quijote-, que sabes poco de achaque de aventuras; lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.

Hace meses y aún años que nos encontramos casi todas las semanas en este círculo, tan reducido que es imposible que seamos completamente extraños el uno al otro, y nunca ha tenido usted la tentación, ni aun la más frívola y pasajera, de hablar conmigo y tratar de saber si hay en mi alma más que una muñeca...

La constitucion enteramente democrática del Canton data de 1839, y no obstante la reaccion aristocrática de 1844, pasajera, el país continúa regido por instituciones liberales y hombres amigos de la democracia. Agregaré que las lenguas que se hablan en el Canton son la francesa y alemana, bastante alteradas ó convertidas en dialectos ó patués.

Este estado conduce al marasmo, á la palidez, á un aspecto enfermizo con rubicundez fácil, pero pasajera de las mejillas, ojos apagados y los signos de la decadencia física y moral. El anacardio está en relacion con el cerebro y el sistema nervioso de la vida de relacion.

Estremecióse doña Juana, porque Felipe III se había levantado de su indolencia y de su nulidad habituales, en uno de sus rasgos en que, como en lúcidos intervalos, dejaba adivinar la raza de donde provenía. Tanto se turbó la duquesa, de tal modo tartamudeó, que Felipe III se vió obligado á apearse de su pasajera majestad.

Julia le dijo que había pasado la noche sin novedad, y le devolvió el frasquito del líquido amarillo, diciendo con la mayor naturalidad. No ha hecho falta. Aprovechando una pasajera mejoría de Clotilde, se decidió pocos días después la vuelta a Madrid, pero sin esperanza: ella misma, convencida de su próximo fin, murmuraba tristemente al salir del pueblo: ¡A morir a casa!

Bonis se sintió apetecido; se explicó, como a la luz de un relámpago, la escena de aquella noche de los polvos de arroz; leyó en el rostro de su mujer una debilidad periódica, una flaqueza femenina, como sumisión pasajera de la hembra al macho, además una misteriosa y extraña corrupción sin nombre: todo esto lo cogió al vuelo, confusamente; tuvo la conciencia súbita de cierta superioridad interina, fugaz; y enardecido por su propio capricho, por las excitaciones que aquel ocaso interesante de hermosura, o, mejor, de deseo, con que se iluminaba Emma, producía en él, se arrojó a un atrevimiento inaudito; y fue que, de repente, se dejó caer de rodillas delante de su mujer, se le abrazó a las almidonadas blancuras, que crujieron contra su pecho, y con voz balbuciente por la emoción, entrecortada y sorda, dijo mil locuras de pasión habladora, que se desborda primero por las palabras; palabras de lascivia en jerga amorosa, en diminutivos, tal como él las había aprendido de todo corazón en su trato con la Gorgheggi.

Y yo venía triste, recordando las Navidades pasadas en mi infancia y en mi juventud, y sintiéndome desgraciado por verme en estas montañas solo con mis recuerdos! ¿Qué valen aquellas fiestas de mi niñez, sólo gratas por la alegría tradicional y por la presencia de la familia? ¿Qué valen los profanos regocijos de la gran ciudad, que no dejan en el espíritu sino una pasajera impresión de placer? ¿Qué vale todo eso en comparación de la inmensa dicha de encontrar la virtud cristiana, la buena, la santa, la modesta, la práctica, la fecunda en beneficios?

No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera. «Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que no nos vemos, y rabio por reñir contigo.

Palabra del Dia

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