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La aspereza, los ángulos frágiles de esa costa de guijarros, sus puntas y sus picos, sus entradas súbitas y abruptas, imponían á la tempestad saltos, botes, esfuerzos increíbles, torturas infernales. Rechinaba de blanca espuma, pareciendo responder con una sonrisa execrable á la ferocidad de las lavas que desapiadadamente la rompían.

Se levantó rígido, tieso como un muerto, pareciendo que se alargaba su estatura hasta crecer la mitad... Allí..., allí..., allá lejos, a veinte brazas de aquella roca se agitaba el agua un poco, se formaba un remolino, aparecía un punto negro... , , no había duda... ¡Jesucristo!... ¡Una manita crispada que se alza pidiendo socorro!...

El joven militar era sin duda poco amante del silencio, y de carácter alegre y comunicativo, porque por el camino comenzó á hablar con singular volubilidad, pareciendo que el obstinado mutismo del viejo estimulaba más su prolija locuacidad.

Silas se irguió trémulo sobre las rodillas y miró alrededor de la mesa; ¿no estaría allí su oro, al fin y al cabo? La mesa estaba vacía. Entonces miró atrás suyo, recorrió con la vista toda la pieza, pareciendo dilatar sus pupilas negras para ver si, por casualidad, las bolsas, no aparecían en los sitios en que las había buscado en vano.

Los mosqueteros, excitados por ellas, descargaron también sus armas, y por consiguiente, la comedia murió como un toro, entre siseos y silbidos, ó entre arcabuzazos, como soldado valiente, pareciendo aquello una sublevación popular, cuyos caudillos eran mujeres.

Ahora bien: por grande que sea tu obcecación; por hermoso que se te pinte en los ojos lo que hay del lado de allá de la puerta, ¿te atreverás a entrar por ella con tal fardo de ignominias a la espalda? Esto es lo que has de meditar, hijo mío, con la cabeza fría y el corazón sosegado. Ángel no quiso oír más ni añadir una palabra. ¡Tan honda y tan negra le iba pareciendo la sima!

Sentada en seguida en las rodillas de Dolly la niñita comenzó a jugar con los pies, a acariciarse las manitas o a golpearlas la una contra la otra, pareciendo haber hecho varios descubrimientos en misma que expresaba por medio de sonidos alternados el «gug, gug, gag» y de «ma-ma», no era el grito de la necesidad ni el del malestar.

Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, por que me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estaba andado; que con sólo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y no pareciendo ellas pudiera negar la demanda.

Pedro insistió: se pondría a la niña una doncella, con el exclusivo objeto de que la cuidase; el médico iría a verla diariamente... En fin, el artista, pareciendo tomar con esfuerzo una resolución ingrata, preguntó a Pedro si podía concederle media hora de atención para escucharlo. ¡Media hora!... y una... cuantas quieras.

En los mismos momentos en que los dos maridos abandonaban la sala, Pierrepont, pareciendo obedecer contra su voluntad una orden de Mariana, se levantaba y salía de su localidad. Beatriz, que tras del abanico no cesaba de mirarlo, sintió que el corazón se le saltaba del pecho, y aun tuvo que ponerse sobre él la mano para contener sus violentos latidos.