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Allí se alzaba una vasta reja de hierro, que dividía el patio grande, de otro largo y estrecho, en que continuaba la calle de cipreses, pareciendo entrar en ella con paso majestuoso, y formando una guardia de honor al magnífico portal de la iglesia, que se hallaba en el fondo de este segundo y estrecho patio.

Nunca dejaba de protestar interiormente contra esta involuntaria inclinación, y de enfadarse consigo misma. Transcurridos algunos días después de la escena relatada decidióse a salir una tarde a pie. El no hacerlo le iba pareciendo cobardía, conceder demasiado honor a aquel chiquillo. Cuando pasó cerca de su casa levantó los ojos y le vió como siempre al mirador con un libro en la mano.

¡Vaya si al médico le daba risa.... Siguió su cuento Fernando. ¿Pero a Carmencita la había yo de engañar?... ¡Vamos, hombre, de eso no es capaz este cura!... Ya te he dicho que yo no soy siempre malo.... ¡Qué había de serlo! A Salvador le estaba pareciendo un ángel del paraíso. El marino se volvió hacia su amigo, para preguntarle alegremente: ¿Pero no dices nada? ¿Qué te sucede?

¡Qué tonta! exclamó Joaquinita, pareciendo que se ruborizaba. Vaya, dígame con franqueza, ¿qué le parece a usted de la soirée de Cachupín? me preguntó, cambiando con afectada volubilidad de conversación. ¿Qué soirée? Esta en que usted se encuentra. ¿Ha estado usted en su vida en otra más cachupinesca? ¡Oh! exclamé apresuradamente. ¡Nada de eso! Es una tertulia muy agradable y distinguida.

Me consta que tienes... que has cobrado en casa de Trujillo no cuanto... Pues bien, si quieres prestarme por unos días cinco mil reales, te lo agradeceré mucho... Se entiende, si puedes, si no, no. ¡Qué descansada se quedó cuando lo dijo! Parecía que el gran peso que en su pecho tenía se aligeraba. Refugio la oyó con calma, no pareciendo sorprendida.

A pesar de esto, Fortunata se ponía tan nerviosa que no podía pegar los ojos en toda la noche, durmiendo algunos ratos de día. El enfermo no iba ya a la botica, ni mostraba deseos de ir a parte alguna, pareciendo caer en profunda apatía y reconcentrar toda su existencia en el hervidero callado y recóndito de sus propias ideas.