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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


La pobre vieja llora y quiere irse, pero soy capaz de darla una paliza si se menea de ahí. Me han de tener á la vista siempre. Hay para rato si piensan librarse de ... Ahora, don Luis, han discurrido algo mejor. Quieren quitarme el suelo así como me han robado el techo. Piensan excavar la roca hasta que la casa se quede en el aire, sobre sus estacas, para ver si así me voy... ¡Pues no me iré!

Nada más fácil a éste que inutilizar media docena de diputados hostiles por medio de otros tantos autos de prisión, o de falsos telegramas que los alejasen de Madrid el día crítico; pero ¿estaba él seguro de que apelando a estos extremos, aunque muy parlamentarios, nada buenos, no le exterminasen las oposiciones otros tantos auxiliares, con una paliza, por ejemplo?

Pero ahora, bajo el temor de una paliza, encontraba las mentiras de su compañero mucho más insustanciales. ¿Sabéis lo que os digo? profirió al cabo levantando la cabeza. Que si Nolo de la Braña no quiere esta noche manejar el palo, podemos encomendar nuestras espaldas al Santo Cristo del Garrote.

Papá sabe más; el padre de René está mejor enterado de las cosas. Les vamos á largar la gran paliza. ¡Qué gusto que golpeen á mi tío de Berlín y á todos mis primos, tan pretenciosos!... Cállate gemía la madre . No digas disparates. La guerra te ha vuelto loca como á tu padre. La buena señora se escandalizaba al escuchar la explosión de sus salvajes deseos siempre que hacía memoria del emperador.

Oye, Montiño: si te vuelves á permitir burlas conmigo, te doy una paliza, ¿me entiendes? El cocinero mayor se acobardó. Y si te niegas á servir á Dorotea te llevo á la horca. Entróle pavor á Montiño. ¿Pero en qué hay que servir á Dorotea? Puede suceder que Dorotea quiera matar á alguien. ¿Y se valdrá de ? Ya lo creo; en tu casa no es ya nuevo el veneno.

Merece una estocada dijo la joven. No por cierto: esta carta merece una paliza. ¿Pero de quién me valgo yo? ¿á quién confío yo...? Mostrad esa carta á vuestro padre. Mi padre necesita á ese infame: además, ésta no es la letra de don Rodrigo; se disculpará, dirá que se le calumnia. ¡Esperad! ¿Que espere?... ¡bah!, no señor; yo he de vengarme, y he aquí mis tentaciones.

Mas por muchos esfuerzos que hacía no lograba D. Lesmes adquirir aplomo. Entre ambos interlocutores flotaba como una nube el recuerdo de la paliza de la noche, y este recuerdo alegraba maliciosamente los ojos del capitán y entristecía y avergonzaba los suyos. Por fin se despidieron.

Como que te la llevaste a las Cortes una tarde... , cuando salieron y cayó la bomba, y les dio auxilio el padre Pedro de Advíncula... El pobre D. Paco estuvo enfermo cinco días... volvió a casa lleno de bizmas, porque el estallido de la bomba, ¡asómbrate, chico!, le molió como si le hubieran dado una paliza.

Cayé esperó dos noches, y a la tercera fué a casa de su reemplazante, donde propinó una soberbia paliza a la muchacha. Los dos mensú quedaron solos charlando, resultas de lo cual convinieron en vivir juntos, a cuyo efecto el seductor se instaló con la pareja. Esto era económico y bastante juicioso.

¿Qué vas a jaser, compare? Son cosas de la vida... Lo mesmo hisimos nosotros cuando éramos chavales. El padre acababa por meterse en casa, y como en algo tenía que demostrar su indignación, la costumbre era que diese a su mujer una paliza de muerte.

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