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Actualizado: 20 de junio de 2025
Pues bien: tome además este otro duro para que se acomode esta noche... Váyase mañana por casa, que allí encontrará su ropa... Señora Juliana, Dios se lo pague. En ninguna parte estará usted mejor que en la Misericordia, y si quiere, yo misma le hablaré a D. Romualdo, si a usted le da vergüenza.
Pasé después por algunas calles, me detuve para comprar flores a una linda muchacha, a quien pagué con una moneda de oro; y habiendo atraído suficientemente la atención pública, hasta el punto de notar que me seguían más de quinientas personas, tomé el camino del palacio que habitaba la princesa Flavia, a quien envié a preguntar si se dignaba recibirme.
Oye, tú dijo la del Banco, volviéndose de repente a la Regenta ¿quién será esa cadena? ¿Qué cadena? preguntó con voz temblorosa Anita. Bah, la que sujeta a Mesía, la mujer que le tiene enamorado de veras. ¡Ah, infame! quien tal hizo que tal pague.... Pero ¿quién será? Qué... sé yo... ¿Te atreverías tú a preguntárselo? Dios me libre. Debe de ser casada... ¡Jesús!
Pero luego se cambiaron las tornas y las pagué todas juntas, como decirse suele, porque apenas pegué los ojos en toda la noche, y eso que me había metido en la cama bastante descuidado por haber visto a mi tío en la suya durmiendo con la tranquilidad de un mozo. ¡Entonces sí que vi con los pormenores más nimios, y con toda su luz y su cortejo de premisas, deducciones y comentarios la escena de aquella tarde!
Entonces fue D. Juan Nepomuceno el que habló; pero antes se puso en pie, clavó también los ojos en su sobrino por afinidad, y cuando éste casi creía que iba a sacar el cuchillo para herirle, exclamó con gran cachaza: Tiene razón Bonifacio; ¿cómo quieres que él sepa cómo son las botas que compra la tiple? No ha de ser él quien las pague.
El marino sintió la inquietud nerviosa que infunde una situación ridícula. Ferragut, pague y vámonos dijo ella, adivinando su estado. Mientras Ulises daba dinero á los camareros y los músicos, ella se limpió los ojos y reparó los estragos de su fisonomía sacando del bolso de oro la borla de polvos y un pequeño espejo, en cuyo óvalo se contempló largamente.
-Todo eso es verdad -dijo don Quijote-, pero no sé dónde vas a parar. -Voy a parar -dijo Sancho- en que vuesa merced me señale salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviere, y que el tal salario se me pague de su hacienda; que no quiero estar a mercedes, que llegan tarde, o mal, o nunca; con lo mío me ayude Dios.
Mochi no vuelve. ¿Sabes? ¡He perdido la voz! Sí; perdida por completo. El día que te escribí...; y que no me contestaste; ya sabes, cuando te pedía aquellos reales para pagar la fonda.... Bueno; pues aquel día... aquella noche... como había ofrecido pagar, y no pagué... porque no contestaste..., tuve una batalla de improperios con D. Carlos... ¡el infame!...
Por lo mismo, me apresuré a tranquilizarla respecto a mis intenciones. La hablé con la elocuencia del sentimiento, con su forma poética, porque estaba seguro de ser comprendido por ella: con toda la espontaneidad de mi franqueza y de mi desinterés, y logré que Amparo se tranquilizase completamente. ¡Ah! me dijo con los ojos arrasados de lágrimas: ¡Dios se lo pague a usted!
BENITO. Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor regidor Juan #Tostado# os pagará más que honradamente, y si no el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros. CAPACHO. ¡Pecador de mí, señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco!
Palabra del Dia
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