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Los bárbaros, somos nosotros, que en vez de buscar hombres que nos den de comer, pagamos tributo á los caballeros garçones y á los cubiletes de buen tono. Pero no, no eres bárbara que me sigues, como la sombra al cuerpo: el bárbaro soy yo.

Luego que concluimos de comer, llamamos á nuestra linda servidora, pagamos, nos levantamos y nos despedimos, empeñando palabra formal de que iriamos á comer con mucha frecuencia. En esto sale una señora de grande cara, de tez muy morena y vellosa, de pecho enorme, de vientre más enorme aún, pequeña, aplastada, casi roma, de tal manera, que más que mujer parecia una bola, una urca, una abutarda.

Yo me iba entreteniendo por el camino considerando en estas cosas, cuando pasado Torote, encontré con un hombre en un macho de albarda, el cual iba hablando entre con muy gran prisa y tan embebecido, que aun estando a su lado no me veía. Saludéle y saludóme; preguntéle dónde iba, y después que nos pagamos las respuestas, comenzamos luego a tratar de si bajaba el turco y de las fuerzas del Rey.

A los ricos no les importa nada el porvenir, ni creen necesaria ninguna precaución para retardarlo. Tienen los ojos en el cogote, y si algo ven, es hacia atrás. Mientras los gobernantes surjan de su clase y tengan a su servicio los fusiles que pagamos todos, se ríen de las rebeldías de abajo. Además, conocen a la gente. Eso que dices repuso Salvatierra; conocen a la gente y no la temen.

Las que salimos mejor libradas, las de lavadero, pagamos sábado treinta ríales de pila y colada; dos ríales de mozos que cuelen con cudiao; por cada carretilla de ropa de la pila al cuelo, y del cuelo a la pila, una perra grande; en los tendederos otra perra, y en cuantito que llueve, que recojan pronto, otra perra... por subir y bajar talegos una peseta viaje; y ponga usted jabón, palas, jornal de ayudantas, valor de prendas perdías... y las heladas y los calores... las que tién más suerte les queda diez u doce ríales por semana... vamos, lo que usted gasta en un puro. ¿Qué quiuste que comamos? ¡Y ahora pone el alcalde otra contribución! ¡Como no sus demos morcilla!

Y todo por darse el gusto, la muy bruta, de vivir en Madrid, de ser señora, de mirar por encima del hombro a las pobres traperas... ¿No era la industria de sus padres tan respetable como otra? Pagamos contrebución, Isidrín, como cualsiquiera de los que tien tienda en la calle de Postas. No hay mas que ver lo que se nos lleva el Ayuntamiento por la licencia: un porción de dinero.

Inmensas gracias, Dios Señor, os damos, Pues todo á nuestra causa lo criastes; Y á nosotros que mal os lo pagamos, Para vuestro servicio nos formastes. Cuanto sois, mi Señor, si bien miramos Las cosas que en el mundo vos plantastes, Nos da bien á entender, y la grandeza De vuestro gran saber y la riqueza.

Por todo lo cual fue mayor el escándalo, y no se habló en mucho tiempo más que de la influencia deletérea del Magistral y de la muerte de sor Teresa. Sobre su conciencia tiene esa desgracia. Es un vampiro espiritual, que chupa la sangre de nuestras hijas. Esto es una especie de contribución de sangre que pagamos al fanatismo. Esto es una especie de tributo de las cien doncellas.

Bien podemos decir, aunque sea entre paréntesis, y por vía de desahogo, que restando de lo que pagamos por ciertos artículos, el exceso que se paga para proteger la industria nacional, tal vez resulte que con este exceso, salga la tal industria, más asalariada por el Estado, que cualquiera otra función u oficio público, y que, con lo que nos cuesta, pudiéramos sostener todos los empleados que hay en Madrid, y dar su paga íntegra a los generales, aunque pasen de setecientos.

Nuestra tierra está peor cultivada; , doy la razon á Francia en este sentido; pero mal cultivada y todo, me parece que si se escarba se encuentra más jugo. ¿Cómo se explica ese fenómeno? No es este el lugar de la explicacion. Pagamos un franco por el , otro franco por la pequeña copa de vino de Madera, y otro por los bizcochos, el doble de lo que dichos artículos valian.