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Actualizado: 16 de junio de 2025


La cosa, desgraciadamente fue escandalosa, y el mundo exigía una satisfacción. Carlos hubo de dársela. Eduardo fue retado, y llamado yo como padrino no pude menos de asistir a la satisfacción. A las cinco de la mañana estábamos los contendientes y los padrinos en la puerta de... de donde nos dirigimos al teatro frecuente de esta especie de luchas.

Belinchón estuvo tentado de mandar los padrinos a la redacción. Pero considerando que esto sería dar su brazo a torcer y aceptar lo que el artículo contenía de envenenado, prefirió no mostrarse aludido y vengarse también en la prensa.

Isidro había salido de los primeros, con la gravedad de un notario, vestido de negro, sin soltar el bolso, volviendo la cabeza para recontar su gente: los adversarios, los padrinos, «el amigo Gómez» en clase de protegido suyo y dos jóvenes argentinos agregados a la partida con el carácter de espectadores.

La gente, al ver que volvía sólo el alemán con los padrinos y acompañantes, dio por cierta la catástrofe, con la afición que muestran las masas por los finales trágicos. El barón belga estaba herido: tal vez había muerto a aquellas horas. La noticia dio la vuelta al paseo, despertando en las señoras un coro de lamentaciones: «¡Un mozo tan cumplido! ¡Qué desgracia!...».

Había ido a instalarse por aquélla noche en el hotel más próximo a la Venerie. Siendo inevitable un duelo, dos oficiales de su regimiento, que habían asistido también a la comida, se pusieron inmediatamente de acuerdo con los señores de Hermany y de la Jardye, que debían ser nuevamente los padrinos del barón.

. ¿Y vos? También. Pues hagamos luz. En aquel momento salieron dos linternas de debajo de las capas de los padrinos. A su luz turbia y escasa, se vió una habitación destartalada, ennegrecida, polvorienta, en estado de inminente ruina, y sin maderas en los vanos de las puertas y ventanas, que se habían convertido en boquerones. Al fondo de la habitación había dos hombres.

Pero al día siguiente no salió de casa esperando los padrinos de Maza, los cuales, felizmente para éste, no parecieron. El desafío y la actitud de don Rosendo, tuvieron, sin embargo, consecuencias provechosas para la población. Gracias a nuestro héroe nació en ella la afición a las armas. Muchos de sus habitantes más distinguidos comenzaron con ahinco a cultivar la esgrima.

Posteriormente se introdujo el duelo a primera sangre; el primero lo comprendo sin disculparlo; el segundo ni lo comprendo ni lo disculpo; es de todas las ridiculeces la mayor: los padrinos o testigos han sucedido a los segundos, y su incumbencia en el día se reduce a impedir que su mala fe abuse del valor o del miedo.

Los dos, antes de tomar su arma, se habían quitado el sombrero, entregándolo á uno de los padrinos. Colocándose el marqués entre ambos, sacó un papel y empezó á leerlo con grave lentitud. «...Segundo. El director del combate dará tres palmadas, y los combatientes podrán apuntar y hacer fuego á voluntad entre la primera y la tercera palmada.» «Tercero.

Buscaría en la mañana siguiente á un viejo doctor de Monte-Carlo que visitaba de tarde en tarde al príncipe. Necesitaba pólvora y balas; también se propuso buscarlas al otro día. Necesitaba dos cajas de pistolas, ¡y sólo tenía una!... Esto de las dos cajas lo consideraba esencial. Los padrinos del otro no sabían dónde encontrar la suya. No importa; él se encargaba de buscarla.

Palabra del Dia

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