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Actualizado: 3 de julio de 2025
En lo relativo al hemisferio boreal, el invierno es generalmente la época de los fríos y el verano la de los calores, formando el otoño y la primavera períodos intermedios y templados. En el hemisferio austral, el orden es inverso, por lo menos en cuanto las temperaturas dependen de la acción exclusiva y directa de los rayos solares.
Este pensamiento ha renacido en mí con mayor fuerza al sentir las vibraciones clamorosas de la campana que llora sobre su tumba y que parece hacerme cargos por mi silencio, cuando el mismo bronce llora para recordármelo. Acumúlanse los años, la tarde de la vida se acerca, el polvo del tiempo comienza a empañar las hojas con el tinte pálido del otoño.
Pero a pesar de esto, repetía sus palabras de gratitud. ¡Gracias, muchas gracias! Se llevaba con ella algo que no le iban a quitar: la dulce melancolía del recuerdo, que puede embellecer la penumbra de una existencia resignada. Pensaría en él, como en un otoño suave, cuando sintiese el frío de la soledad.
El equinoccio del 20 al 22 de marzo es el equinoccio de primavera para el primero y el de otoño para el segundo. La misma observación debemos hacer para el equinoccio del 22 al 20 de setiembre, que es el equinoccio de otoño en el hemisferio boreal, y el de primavera en el austral. Otro tanto ocurre con los solsticios.
Una tarde de otoño, después de admitir una copa de cumín que su padre quiso que bebiera detrás del café, Anita salió sola, con el proyecto de empezar a escribir un libro, allá arriba, en la hondonada de los pinos que ella conocía bien; era una obra que días antes había imaginado, una colección de poesías «A la Virgen».
Por la galería abierta, la luna entraba en el cuarto, una luna triste de otoño asiático, dando a los dragones colgados del techo, formas y semejanzas quiméricas. Me levanté, ya nervioso, cuando una silueta alta e inquieta, apareció a la claridad de la luna. ¡Soy yo, señor! murmuró la voz despavorida de Sa-Tó.
Atravesando el monte Rodope, bajaron á los campos de Macedonia cerca de ocho mil hombres de servicio entre todas las naciones; bastante ejercito para cualquier grande empresa, si los animos estuvieran unidos, y la muerte de Berenguer no hubiera hecho odioso á Rocafort, aun á sus propios amigos, porque desde entonces él se desvaneció y ellos se ofendieron; al fin del otoño se hallaron en medio de la provincia de Macedonia los pueblos enemigos poderosos y aun no maltratados con la guerra, pero los daños de Thracia su provincia más vecina, les sirvió de escarmiento, para prevenirse dentro de las Ciudades, y recoger los frutos de la campaña.
Obligados al fin a separarse, los amantes aseguraron sus promesas, poniendo al cielo por testigo de sus juramentos santos, quedando María en aguardar y resistir, y don Lope en alcanzar de su padre y volver antes de mucho a poner fin a tantas inquietudes y aflicciones. Amaneció un día turbio y revuelto como ya del corazón del otoño, y don Lope disponía su viaje para aquella misma tarde.
Si las violetas no hubiesen exhalado su último aroma en Mayo; si los jacintos no estuvieran ya en el limbo de sus jóvenes cebolletas; si las dalias, por el contrario, no durmiesen aún en el vientre de sus batatas; si las petunias no se hallaran en estado de lactancia, y las campanillas dando los primeros pasos; si las francesillas no hubiesen bajado también al frío sepulcro de sus arañuelas, y las extrañas no estuvieran aún cortando sus múltiples gasas de bailarina para presentarse en el Otoño, el panorama floreal de Junio sería completo.
Así lo resolvió el padre, y se empezaron a hacer los preparativos para la boda, que debía verificarse en el próximo otoño. Era ya el fin de la primavera, y en aquellas edades antiquísimas sucedía lo propio que ahora que a la primavera seguía el verano. Aratispi era lugar más bonito que lo es Alora al presente.
Palabra del Dia
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