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Las golondrinas con su venida en la Primavera y retirada en Otoño muestran una causa oculta á nuestros sentidos, que las mueve á estas mutaciones.

En su semblante animado parecía haberse descorrido un velo de niebla y sus movimientos, aunque llenos de calma y aplomo, no eran tan cansados y yertos como antes. Al subir ellos al tren, caía la tarde y el sol descendía con la rapidez propia de los crepúsculos del otoño.

Decíase también que era la única hija del barón de Morel y que mal podía poner los ojos en ella el pobre escudero, sin un puñado de plata con que pagar el caballo y las armas con que por primera vez iba á buscar nombre y fortuna en la guerra. Pero su amor por Constanza era su vida. Ninguna consideración, ningún obstáculo, podían hacerle renunciar á él. Era una hermosa tarde de otoño.

Ahí está Byron con su numeroso cortejo de desgraciados, a quienes el mundo no comprende, almas doloridas, corazones que destilan sangre y versos lacrimosos. Y por último, vivo está todavía, por dicha nuestra, el egregio autor de las Orientales y la Hojas de Otoño, y viva también una gran parte de sus discípulos, cuyos trinos y gorjeos escucha el mundo con placer.

Adquiría todo esto tanta belleza muriendo la tarde y bajo el oro del otoño, que se ponían ellas pensativas. Adriana, ansiosa de amor, imaginaba idilios con Julio. Entraban luego, cerraban las persianas y encendían las luces.

Inclinóse para levantar al infeliz y oyó el ruido de los dardos que caían á bordo, semejante al que produce la lluvia de otoño sobre las hojas secas del bosque. ¡Redes de malla á popa! ordenó el barón. ¡Y otro hombre al timón! dijo imperiosamente el capitán.

El rey D. Felipe II, á pesar de su severidad en otras cosas, no fijó su atención, por más de un decenio, en estos desórdenes, ni publicó ley ni orden alguna que aludiese sólo á ellos . Pero en el otoño de 1597 excito su interés de nuevo este punto.

Siempre que hablaba á solas con Torrebianca, éste hacía desviar la conversación hacia el asunto principal de sus preocupaciones: el mucho dinero que se necesita para sostener un buen rango social. no sabes lo que cuesta una mujer: los vestidos, las joyas; además, el invierno en la Costa Azul, el verano en las playas célebres, el otoño en los balnearios de moda...

El señor de Palomares vestía un gabán de verano muy largo, de color de pasa, y llevaba en la mano derecha un jipijapa impropio de la estación, pero de cuatro o cinco onzas su precio en la Habana y por esto pensaba que podía usarlo todo el otoño.

Tenía en la viña muchas hermosas uvas. Entonces dijo: Mis uvas son las 40 más hermosas de Extremadura. Nunca he visto uvas tan hermosas. Al fin llegó el otoño y empezó la vendimia. El hombre cogió algunas uvas pero eran ácidas como el vinagre. Nunca había visto uvas tan agrias. En este momento llegó el extranjero. Este 45 año, dijo hace Vd. el tiempo. ¿Cómo encuentra las uvas?