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Actualizado: 3 de julio de 2025
Así conoció a Leticia Espinosa y a Sagrario Miralta, vástagos ambas de la más encumbrada aristocracia española, las cuales habían entrado en el colegio un año antes que ella. Leticia, contra lo que su nombre declaraba, era una morena triste, o, mejor dicho, serena y algo fría, como esos días de otoño, de poco sol, de que tanto gustan los espíritus contemplativos y melancólicos.
Llame, llame a ese mala cabeza de Rada... tiene mucho acierto murmuró el jesuita considerando compadecido, a la luz oblicua del sol de otoño, la inyectada tez y los ojos edematosos del viejo.
Como en aquellos días los tenderos estaban mano sobre mano, entreteníanse en mostrar a la señora telas diversas y cositas de capricho. «Esto se llevará mucho en el otoño... De esto viene ahora surtido, porque será la moda de la estación». Tales frases parecían salir de los pliegues de las piezas al ser desdobladas.
Y después, en otoño, cuando una ráfaga pasaba sobre el árbol, caía casi entre sus brazos una lluvia de manzanas doradas. ¡Era una delicia aquello! ¡Qué de pensamientos acuden a la mente cuando se silba de ese modo! Cada nota despierta una nueva canción, cada tonada resucita nuevos recuerdos.
Aunque era la noche una de las primeras del otoño y nada fría, ardían en el hogar gruesos leños cuyo humo salía en parte por la chimenea y en parte invadía también la estancia y oprimía las gargantas de cuantos en ella se encontraban. Sobre el fuego se veía un gran caldero cuyo contenido hervía á borbotones y despedía el más apetitoso olor.
Dejaba trascurrir el tiempo tumbado sobre el césped mirando pacer el ganado ó acariciando distraído la cabeza del mastín. Por fin llegó el otoño. El tío Goro retiró sus vacas. Nolo no pudo resistir más.
¡Oh! caballero exclamó esta deteniéndose y clavando en él sus ojos que brillaron como las últimas ascuas de un hachón sepulcral , ¿no es muy triste ver tanta cosa muerta en derredor nuestro, y sentir ese frío del alma que dan las memorias marchitas, cuando pasan? Hacen un murmullo triste como el remolino de hojas secas, y dan escalofríos como la llovizna de otoño ¿No es verdad, no es verdad esto?
12 Estos son manchas en vuestros convites, que banquetean juntamente, apacentándose a sí mismos sin temor alguno; nubes sin agua, las cuales son llevadas de acá para allá de los vientos; árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
Toda mi dignidad, toda la importancia que yo tenía a mis propios ojos, me venían de ese papel de protectora. Así crecía yo con ese amor, me alimentaba con esa pasión, de la que nunca la menor migaja debía caer para mí de la mesa. Cuando llegó el otoño, noté que Marta manifestaba una agitación extraordinaria.
Cuando el otoño era ya un poco entrado, se ocultaba entre la niebla, y no volvía á parecer sino uno que otro día muy raro del invierno, en que el viento, soplando fuerte por la noche, había barrido el tupido manto de los cielos.
Palabra del Dia
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