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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Tenía mal gesto; pero olvidaba su propio infortunio para consolarse con el relato de las desgracias de Alicia: Después de perderlo todo en el «treinta y cuarenta», apareció á última hora con más dinero: un fajo de billetes de mil francos... Y ella, que no siente predilección por la ruleta, se lanzó á la ruleta. ¡Qué modo de jugar!
No sabía Carmen si quería a Fernando; no sabía tampoco si le olvidaba; sólo supo que la vida la llamaba a gritos desde los campos y desde los bosques, desde las huertas y desde los nidos, desde el cielo irisado en amaneceres risueños y desde los espinos en flor.
Era V. dueño de mi alma; pero, así como en tierra de valientes y generosos, que jamás olvidan lo que deben á su patria, sólo posee el feroz conquistador la tierra que pisa, así V. no me poseía sino cuando hasta de mí misma me olvidaba.
Sólo las olvidaba para atender al cuidado del marido, preocupándose de los más pequeños detalles de su bienestar. Era su deber. Conocía desde niña cuáles son las obligaciones de la esposa de un capitán de buque cuando se detiene en su casa por unos días, como un pájaro de paso. Pero á través de tales atenciones, Ulises adivinó la presencia de un obstáculo inconmovible.
Aquella gente miserable lo olvidaba todo cuando bebía. Si llegaban a sentirse hombres alguna vez, no tendrían los ricos más que abrir las puertas de sus bodegas para vencerlos. Muchos en el grupo protestaron de las palabras de Juanón. ¿Qué podía hacer un pobre sino beber, para olvidar su miseria?
El poeta eclesiástico que olvidaba otros cabellos para alabar los de María, le pareció sublime en su ternura; aquellos cinco versos despertaron en el corazón de Ana lo que puede llamarse el sentimiento de la Virgen, porque no se parece a ningún otro. Y aquella fue su locura de amor religioso. María, además de Reina de los Cielos, era una Madre, la de los afligidos.
¡Ah! se me olvidaba dijo limpiándose con el pañuelo el sudor que corría hilo á hilo por su frente : por muy afortunado que seas, no puedes pasar toda la noche en palacio; allí sólo estarás un breve espacio... luego... en mi casa no quiero que estés... no sería prudente... Cuando un hombre ocupa con una alta señora el lugar que tú maravillosamente ocupas, debe evitar que esta señora sepa que vive en una casa donde hay mujeres jóvenes y bonitas.
Y sólo olvidaba a Sevilla en las noches de asueto, cuando no había toros al día siguiente y toda la cuadrilla, rodeada de aficionados deseosos de que se llevasen un buen recuerdo de la ciudad, se metía en un café de cante «flamenco», donde mujeres y canciones todo era para el maestro.
Me encontré solo en medio de París a una hora desusada, sin rumbo, falto de costumbres cotidianas, sin vinculaciones, sin obligaciones, pensando con ansiedad: ¿Qué voy a hacer esta noche? ¿Qué haré mañana?... Olvidaba absolutamente que desde muchos meses, durante todo un largo invierno, no había tenido compañía.
El pomposísimo Cicerón, en sus días de murria, cuando no tenía un real, y se olvidaba de los grandes autores del siglo de Augusto, y renegaba de Villaverde, y no se le daba un ardite la susodicha empresa del glorioso blasón, me decía de sus paisanos: ¡Unos verónicos! ¡Unos verónicos! ¡Ni buenos ni malos! ¡Para ellos... ¡ni pena ni gloria!
Palabra del Dia
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