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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Capitana Loleng, la activa é inteligente capitana Loleng tenía su libro de cuentas abierto pero sin leerlo ni escribir nada en él; no fijaba la atencion en los platos, llenos de perlas sueltas, ni en los brillantes; aquella vez se olvidaba y era toda oidos.

Pero asomada a la ventana, se olvidaba por qué estaba allí, perdida en reflexiones dulces y tristes al mismo tiempo, vuelta melancólica del pasado radiante, aspiración vaga hacia un porvenir que la esperanza, esa vivaz flor de la juventud, le mostraba, si no dichoso, al menos tranquilo y pacífico.

Por cierto que el primero y segundo día de aquella vida nueva, tuvo que reñir Doña Paca al buen Frasquito, porque siempre que salía se le olvidaba llevarle el libro de cuentas que le había encargado.

¿En Córdoba?... Ya murmurró Joaquín, a quien no le importaba gran cosa que la marquesa estuviera donde mejor le acomodase . Eso no importa. La marquesa vendrá... ¡Ah!, ya me olvidaba de decir a usted lo mejor. Tenemos orden del señor Canónigo para entregar a usted las cantidades que necesite. Usted dirá.

¡Eh! ¡Caballero! ¡Alto ahí! exclamó Alberto, que aún conservaba en la mano la pistola de Amaury. ¿Será usted capaz de irse sin que dispare contra usted? ¡Ah! Es verdad, se me olvidaba. Perdone usted, caballero... ¿Quiere usted medir la distancia?... No hay necesidad repuso Alberto. Ya está usted bien ahí mismo; no se mueva.

Su marido era bretón; pero estos detalles vendrán á su tiempo... Hasta mañana, Máximo, ¡valor!... ¡Ah! olvidaba... El jueves por la mañana antes de mi partida hice una cosa que no le será desagradable.

¡Casilda! Señora. Si viene el duque de Lerma, que estoy mala. Muy bien. Si se empeña en entrar, que el médico ha dicho que no puede hablárseme. Muy bien; ¿y si viene el señor Juan Montiño? Viene á su casa. ¡Ah! me olvidaba: pon una cama en el gabinete de tapicería. Muy bien. Y cuanto se necesite; un aposento bien servido. Muy bien. ¿No os desnudáis? No... mira... si viene el tío Manolillo...

Teniendo la misma vida en todas sus partes, la herida, la mutilación, no le mataban: vivía y aun parece olvidaba la porción destruida. La vulnerabilidad del molusco centralizado es otra cosa. ¡Qué puerta se abre á la muerte! El incierto movimiento propio de la medusa y que en ocasiones casualmente podía ser su salvación, apenas lo tiene el molusco, á lo menos al principio.

Casi no tenía ya memoria; por lo menos olvidaba todo lo que no se refería a su amor. No se interesaba por nada; los asuntos privados y públicos, su casa, su mujer, su hija, todo le era indiferente y extraño. La duquesa le cuidaba como a un niño cuando por casualidad se quedaba a su lado; desgraciadamente no era aún bastante niño para que se le pudiese encerrar en casa.

; preparémonos, porque estas cosas unas veces se presentan bien y otras mal. No le faltará a usted nada. ¡Qué caramba! Hay que afrontar las situaciones, y... ¡Oh!, ¡qué cabeza ésta! ¿Pues no se me olvidaba lo mejor? La ministra me ha dado para usted este paquetito de dinero. Por fuera está escrita la cantidad: mil doscientos cincuenta y dos reales.

Palabra del Dia

hociquea

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