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Actualizado: 3 de junio de 2025


¡Pobre diablo! exclamó . A pesar suyo, la nariz se le volvía hacia la olla... Tiene el estómago vacío..., los dientes le crujen de miseria... Y, sin embargo, la locura es más fuerte que el frío y el hambre. ¡Oh, qué miedo he tenido! dijo Luisa. Vamos, vamos, hija mía, tranquilízate... Ya se ha ido... A pesar de su locura, le parece que eres bonita; no debes asustarte de esto.

Allí donde cayese, se encontraría, cavando, cavando, el tesoro soterrado, probablemente una gran olla repleta de monedas de oro. Manifestó Benina su incredulidad soltando la risa; pero alguna huella dejaba en su espíritu la nueva quisicosa para encontrar tesoros, porque con toda formalidad se dejó decir: «No creo yo que haya dinero enterrado en los campos.

Sin embargo, sólo era por la noche, cuando había concluido su trabajo, que las sacaba para gozar de su compañía. Había sacado unos ladrillos del suelo, debajo del telar, y había hecho un agujero en el que colocó la olla de hierro que contenía las guineas y las monedas de plata. Cubría los ladrillos con arena siempre que los volvía a colocar en su sitio.

Como nadie alcanzaba a hacer competencia a la acreditada mazamorrería de mama Salomé, otra del gremio levantó la especie de que la terranova era bruja, y que para hacer apetitoso su manjar meneaba la olla, ¡qué asco!, con una canilla de muerto, canilla de judío, por añadidura. ¿Bruja dijiste? ¡A la Inquisición con ella!

Pero, al fin y al cabo, gozaba de veras el pobre hombre, era dichoso por completo; y tan absorto le traían las preocupaciones del oficio y los deberes y solaces de su vida doméstica y social, que hasta había perdido enteramente aquel su hidalgo aborrecimiento a las deudas y a la usura, y ni siquiera reparaba cómo este mal demonio de los ricos desatentados le iba hincando las unas en lo más vivo, en lo más hondo, en el mismo corazón de la «olla grande».

Esta mañana dijo Juara , en la hora en que fuí á comer mi olla, encontréme con un criado de la condesa de Lemos, antiguo amigo y compañero mío. Este tal me dijo sin rodeos: traigo para ti treinta doblones. Pues quiera Dios que yo los pueda tomar, que harto bien me vienen repliqué , y los doblones no llueven así como se quiera; ¿de qué se trata?

En una de las discusiones que se suscitaron, Luís, siguiendo su eterna manía, trató de convencer al Padre de que el guingón que se fabricaba en Francia aventajaba en mucho al que producen los telares de Barcelona; el buen Padre que no conocía Francia, ni su guingón, que era español rancio y por ende castellano viejo, que se levantaba invariablemente á las cinco, comía la prosaica olla con mucho azafrán, sobra de jamón y falta de huesos, á las doce, que la monumental jícara de espeso chocolate le era tan necesaria al cuerpo á las cinco, como necesarios para la guarda de su regla los maitines á las doce, oía sin pestañear á mi buen amigo Luís, sonriendo maliciosamente.

Púsome el demonio el aparejo delante los ojos, el cual, como suelen decir, hace al ladrón, y fue que había cabe el fuego un nabo pequeño, larguillo y ruinoso y tal, que por no ser para la olla, debió ser echado allí.

Habian sido presos por tanto un Vizcayno que estaba convicto de haberse casado con su comadre, y dos Portugueses que se habían comido un pollo un viernes, y la olla sin tocino un sábado; y despues de comer se lleváron atados al doctor Panglós y su discípulo Candido, al uno por lo que habia dicho, y al otro por haberle escuchado con ademan de aprobar lo que decia.

Vino la olla y comímela en dos bocados casi toda, sin malicia, pero con prisa tan fiera, que parecía que aun entre los dientes no la tenía bien segura. Dios es mi padre, que no come un cuerpo más presto el montón de la Antigua de Valladolid, que le deshace en veinte y cuatro horas, que yo despaché el ordinario; pues fue con más prisa que un extraordinario el correo.

Palabra del Dia

rigoleto

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