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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Y dejando caer su cuchara en la sartén de arroz, lloriqueó largamente, bebiéndose las lágrimas. Después enrojeció con repentina rabia, mirando el pedazo de vega que se veía á través de la puerta, con sus blancas barracas y su oleaje verde, y extendiendo los brazos gritó: «¡Pillos! ¡pillosLa gente menuda, asustada por el ceño del padre y los gritos de la madre, no se atrevía á comer.

Resuenan en el ancho zaguán los golpes del Caballero. Ante la puerta hostil y cerrada se levanta, como un oleaje, el vocerío de la hueste mendicante y los viejos criados despedidos de la casona. ¡Abran a su padre! ¡Abran a su padre! ¡Derribad la puerta! ¡Mis verdaderos hijos sois vosotros! ¡Tengan caridad para su padre! ¡Caridad y respeto! ¡Caridad y respeto! ¡Eso lo da sólo el amor!

Si un poeta fantástico de nuestros días se propusiese, en un arrebato de excéntrica originalidad, escribir una obra llena de disparates, podría difícilmente asemejarse á la de Lope, y, sin embargo, este aborto de la imaginación más desarreglada, nos ofrece muchos rasgos admirables en el oleaje de sus absurdas visiones. La rareza de esta comedia nos autoriza para darla á conocer más exactamente.

A pesar de esto, se da cuenta de que yo deseo dormir y deja para el día siguiente la repetición de su historia, siempre nueva é interesante para él. «¡Buenas nochesMedia hora después, tendido en la obscuridad, oigo en el inmediato pasillo su voz que domina el chirrido de los ejes, la melopea de oleaje costero que lanzan las ruedas, los saltos crujientes del vagón, iguales á los de un camarote de trasatlántico.

Parecía dudar entre desafiar el agua o volver a su vivienda. Salió; se perdió el ataúd entre el oleaje de seda y percal obscuro. En el balcón que había sobre la puerta, entre las rejas asomó la cabeza de un perro de lanas negro y sucio: el Magistral lo miró con terror. El faldero estiró el pescuezo, procuró mirar a la calle y se le erizaron las orejas.

A dos tiros de pistola, la corbeta envió su última andanada, porque ella también había agotado sus municiones; también se había batido bravamente y también había hecho prodigio de valor durante las dos horas del encarnizado combate. Desgraciadamente, el oleaje impidió a los ingleses apuntar bien, y toda su andanada pasó por encima del corsario, sin hacerle daño.

El oleaje rompía y entremezclaba los reflejos de los astros, haciendo danzar estas luces sin calor, lo mismo que fuegos fatuos. Volvió a lanzar sus bramidos el Goethe en la noche serena, manteniendo su marcha lenta, cual si no se atreviese a avanzar solo. Después de la comida se agolparon los pasajeros en las bordas, atraídos por una novedad.

En esas horas de inefable calma, cuando las nubes, al morir, colora el rojo sol, y estremecida el alma inquiere, meditando, soñadora, ese tenaz misterio de la vida que engendra de la duda roedora la imagen maldecida... ¡cuántas veces, del mar en la presencia, y escuchando su música salvaje, creía, entre el rumor del oleaje, los gritos percibir de la conciencia!

Indudablemente habría sido mucho antes, entre la agitación y los empujones del gentío; pero esto no impidió que la señora siguiese con la mirada iracunda el grupo sucio, maloliente y miserable que se alejaba, anonadado por el hambre y la pena, entre el oleaje de alimentos y de general alegría. Doña Manuela avanzó sus labios en señal de desprecio. ¡Cómo estaba el mundo!

Así como avanzaba la mañana aumentaba el hormigueo en torno de las rocas, que, vistas de lejos, destacábanse como escollos sobre el oleaje de cabezas.

Palabra del Dia

bagani

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