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Actualizado: 27 de mayo de 2025


El juego hacía surgir después Monte-Carlo sobre la salvaje meseta de las Espelungas; la lujosa ciudad nueva se ensanchaba para unirse con el viejo Mónaco, cubriendo de edificios todo el territorio del principado, y la sepultura del anónimo guerrero quedaba prisionera de este oleaje de grandes hoteles, palacios y «villas». El olivar de la tumba se vendía á metros, haciendo la fortuna de los herederos.

Estos esquistos de la montaña se apartan como las hojas de un libro abierto, y avanzan en el mar dejando arrecifes, rocas negras azotadas por un inquieto oleaje, y terminan en una peña alta, negra, de aire misterioso, que se llama Frayburu.

Recibiéronlos, pues, con muestras de satisfacción, y todo el mundo se apresuró a acomodarse nuevamente en las falúas, que con el oleaje no estaban quietas un instante, como caballos enjaezados, esperando al jinete al pie de la cuadra. Izáronse las velas y, dando largar bordadas para aprovechar el viento, hicieron rumbo hacia El Moral.

Aquel mar de agitado y continuo oleaje, sin costas visibles, era simplemente un río. ¡Prodigios que reservaban las misteriosas Indias occidentales a los nautas del viejo mundo!... Así quedaba descubierto el «Mar Dulce de Solís», pero el descubridor pagaba su hazaña con la vida.

Días enteros estuvo sin pensar en su adulterio ni en Quintanar; pero esto fue al principio de la mejoría; cuando el cuerpo débil volvió a sentir el amor de la vida, a la que se agarraba como un náufrago cansado de luchar con el oleaje de la muerte obscura y amarga. Con el alimento y la nueva fuerza reapareció el fantasma del crimen. ¡Oh, qué evidente era el mal! Ella estaba condenada.

Una selva enana, enmarañada y deforme se extendía sobre aquellos campos, con un oleaje de extraños tonos verdes, matizado á trechos por flores misteriosas y raras, de esas que sólo surgen en las ruinas y los cementerios.

El Conde intentó seguirla, la vio de lejos entre la multitud; pero detenido por el oleaje de las máscaras, no tardó en perderla de vista. Después creyó volver a verla... , , era ella... y en el momento en que, siguiendo sus pasos, llegó hasta el vestíbulo y creía poder alcanzarla, la vio precipitarse en un carruaje magnífico que dos soberbios caballos arrastraron a todo galope.

En vano algunas maestras intentaron calmar el oleaje prometiendo, para el entrante mes, nuevas consignas: seguían las turbulencias porque aquel Gobierno maldito, no contento con enviarles hoja de desperdicio, para más, daba en la flor de no pagarles.

Lo tenía una mujer que lo estaba registrando, y viendo, que no contenía cosa de valor, no parecía mostrar gran empeño en conservarlo. Lázaro lo tomó. El oleaje del gentío le había llevado á gran distancia de la casa de Entrambasaguas. Desde el balcón no podían verle. No dudó más, y echó á correr por una de las calles transversales hacia la casa.

Otros dicen que una mano invisible le empujó y que la estela plateada del buque se enrojeció un momento. Lo cierto es que se ahogó. Como el brick se encontraba cerca de las islas de Cabo Verde, el oleaje era fuerte y la brisa fresca, el timonel no oyó nada; pero Kernok, que había ido a dar cuenta de la ruta al capitán, debió ser el primero en advertir el accidente, al cual no era quizás ajeno.

Palabra del Dia

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