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Actualizado: 27 de junio de 2025
De frente, por encima del oleaje de sombras, como débiles resplandores apenas perceptibles, señalaba otros pueblos: Aravaca y Pozuelo de Alcorcón; y lejos, muy lejos, donde sólo podían alcanzar sus ojos de búho, las luces de El Escorial. Al descender de la altura, encontraron un ancho riachuelo. El Mosco se agachó para tomar sobre sus espaldas a Maltrana, sin hacer caso de su resistencia.
La plaza, con sus puestos de venta al aire libre, sus toldos viejos, temblones al menor soplo del viento, y bañados por el rojo sol con una transparencia acaramelada, sus vendedores vociferantes, su cielo azul sin nube alguna, su exceso de luz que lo doraba todo a fuego, desde los muros de la Lonja a los cestones de caña de las verduleras, y su vaho de hortalizas pisoteadas y frutas maduras prematuramente por una temperatura siempre cálida, hacía recordar las ferias africanas, un mercado marroquí con su multitud inquieta, sus ensordecedores gritos y el nervioso oleaje de los compradores.
Su felicidad había volado para siempre: Velázquez estaba enamorado de aquella mujer. Iba á salir de aquel maldito portal donde le faltaba la respiración, donde temía estallar en sollozos, cuando entre el oleaje de la conversación creyó percibir su nombre. Aplicó mas el oído: en efecto, se hablaba de ella. Velázquez invitaba á bailar á Pepa.
Conocía las amenazas de Pimentó, el cual, apoyado por toda la huerta, juraba que aquel trigo no había de segarlo su sembrador, y Batiste casi olvidaba á sus hijos para pensar en sus campos, en el oleaje verde que crecía y crecía bajo los rayos del sol y había de convertirse en rubios montones de mies. El odio silencioso y reconcentrado le seguía en su camino.
Paco Vegallana, cerca de Visitación, fingía resistir la fuerza anónima que le arrojaba, como un oleaje, sobre su prima Edelmira.
Por desgracia, Van-Horn no podía mantener la ruta hacia el Este a causa del oleaje, que, por venir del Sur, empujaba de costado a la chalupa. Tenía que dirigir la proa al Nordeste y otras veces al Norte, alargando así el camino en muchas leguas. Además, el tiempo no tendía a calmarse, sino que más bien empeoraba, poniendo a dura prueba el valor de aquellos desgraciados.
El mar decía Guyau, que escribió sus más bellas páginas al borde de este mismo Mediterráneo , el mar vive, se agita, se atormenta perdurablemente sin objeto. Nosotros también piensa Azorín vivimos, nos movemos, nos angustiamos, y tampoco tenemos finalidad alguna. Un poco de espuma deshecha por el viento es el resultado del batir y rebatir del oleaje dice Guyau.
Y al pié brincan, agitadas por el oleaje que produce el paso del vapor, multitud de pequeñas canoas destinadas á llevar á Mompos los cargamentos de frutas y mantener la comunicacion entre las dos márgenes del rio.
Si habéis visto el mar en la estación de los equinoccios, cuando las olas amarillas suben hasta lo más alto de la escollera y los guijarros se entrechocan con estrépito sobre la orilla, cuando el viento aúlla en el cielo negro y el oleaje abate los restos informes de los naufragios, volvedle a ver en verano; no le reconoceréis.
Su aspecto era tranquilizador: grandes rocas peladas, pobladas de aves, algunas matas de ajenjo, espesuras de lentiscos, y acá y acullá entre el fango algunos maderos que empezaban a pudrirse; pero, a fe mía, para pasar la noche eran preferibles esas rocas siniestras al camarote de una vieja barca a medio cubrir, donde entraba el oleaje como Pedro por su casa, y con ella tuvimos que conformarnos.
Palabra del Dia
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